Preguntas

Don Hugo: ¡Cómo ha picado usted, don Víctor! Íbamos a comprar unas rillettes y al final nos hemos llevado también  una lata de foie-gras y un borgoña… Y eso que las señoras nos advirtieron para que no compráramos nada más.

Don Víctor: Hombre, don Hugo, cómo no aprovechar la ocasión, con la pinta que tenía todo…

Don Hugo: En cambio ayer bien que se atuvo usted a la lista…

Don Víctor: No sé adónde quiere usted llevarme…

Don Hugo: Muy sencillo: nuestra conducta no se debe ni a la buena educación de los tenderos ni a la variedad y calidad de sus productos…

Don Víctor: Le aseguro que no he tenido la menor intención de contradecir las indicaciones de nuestras esposas…

Don Hugo: Que tampoco es eso, hombre… La razón es meramente lingüística: ayer el tendero nos preguntó: «Ce sera tout?» y usted le dio la razón…

Don Víctor: Y las gracias también, que estamos en Francia.

Don Hugo: … mientras que hoy la tendera nos ha preguntado: «Et avec ça?»…

Don Víctor: Bueno, pues explíqueles todo eso a las señoras si me riñen…

Arte federalizado

Don Hugo: “¡Es mío y sólo mío!”, gritó el alcalde de Coria del Río

Don Víctor: “¡De eso nada, so ladrón, que este bobo es nuestro!”, porfió el alcalde de la Coria cacereña.

Don Hugo: Querellas como ésta se multiplicaban por doquier en todo aquel reino. No había Inmaculada de El Prado sin menos de siete pretendientes…

Don Víctor: … ni botijo del Arqueológico ni legajo del Archivo Histórico de Simancas…

Don Hugo: … ni celada, ni quijote, ni freno de caballo, ni clavo de herradura de la Real Armería que no se disputaran al menos quince cantones….

Don Víctor: … ni tapiz de la Real Fábrica, ni carta de navegación, ni bala del Museo del Ejército que no suscitara enconadas polémicas…

Don Hugo: Se llegó a exigir que se descompusieran varios retablos del Museo de Valladolid para llevar procesionalmente la talla de cada santo a su pueblo correspondiente.

Don Víctor: La puja de tantos rebuznos de los regidores de aquellas heroicas y muy leales villas dejó pequeña la competencia de los alcaldes cervantinos.

Don Hugo: Y dígame, don Víctor, ¿qué solución hizo acallar tanta confusión y algarabía?

Don Víctor: Pues eso, don Hugo, es lo que quiero que nos cuente el ministro Iceta, ahora que se dispone a recibirnos.

Universales

Don Hugo: ¡Cuántas veces los griegos nos lo tienen ya dicho de antemano!…

Don Víctor: ¡Y de qué manera, don Hugo! Cómo saben, en primer lugar, descubrir los universales y, luego, plasmarlos con tan suma elegancia.

Don Hugo: Estoy viendo ahora mismo a Paco Martínez Soria requebrando a Helga Liné…

Don Víctor: … a King Kong despojando de su vestido a la chica peliculera…

Don Hugo: … son Quasimodo y Esmeralda…

Don Víctor: … el bufón de Baudelaire afligido e implorante a los pies de la estatua en mármol de Venus…

Don Hugo: … y el enano de corte de Oscar Wilde muriéndose por su princesa…

Don Víctor: … la Bella y la Bestia…

Don Hugo: Pantalone y la servetta Olivina…

Don Víctor: Ella es siempre esbelta mientras que él es chaparro…

Don Hugo: … ella tan ebúrnea y él tan peludo…

Don Víctor: … ella tan elegante frente a él, tan tosco…

Don Hugo: … ella, tan armoniosa ante él, tan grotesco…

Don Víctor: … ella, tan abstraída cuando a él le aprieta tanto la urgencia…

Don Hugo: Luminosa, inalcanzable, lunar, espiada y deseada desde lo oscuro…

Don Víctor: … lo contrahecho…

Don Hugo: ¡Claro, don Víctor, el sapo concionero de la canción!

Don Víctor (cantando): Tú te sabes feo, feo y contrahecho…

Don Hugo (cantando): Por eso de día tu fealdad ocultas…

Don Víctor (cantando): Yo sé de tu vida sin gloria ninguna…

Don Hugo (cantando): Sé de las tragedias de tu alma inquieta…

Don Víctor y don Hugo (cantando): Y ésa tu locura de adorar la luna / es locura eterna de todo poeta

Turbas

Don Víctor: La verdad es que las compras en los viajes siempre me han impacientado mucho. Prefiero ir ligero de equipaje, como don Antonio Machado.

Don Hugo: Bien a gusto se han quedado las dos solas. La verdad, don Víctor, es que este sitio es precioso y lo mejor de todo es callejear por aquí.

Don Víctor: Es verdad, aunque… ¿qué quiere que le diga, don Hugo?… Me ronda la cabeza una frase que leí en Chesterton…

Don Hugo: ¿Pero es que resolvió aquí un caso el padre Brown?

Don Víctor: En algún sitio parecido… «Bastaba mirar aquello para no poder apartar la impresión de puerilidad, que es el más encantador aspecto de Alemania».

Don Hugo: Lleva usted razón, don Víctor, uno se siente aquí un poco desplazado… como un senador romano que de repente se viera transportado a un campamento de ingenuos germanos a base de pintorescas cabañas de madera.

Don Víctor: Es cierto, don Hugo: aquí nunca llegó Roma y las turbas que poblaron estas regiones no traían consigo una civilización.

Don Hugo: Los que cruzaron al otro lado del limes romano se desasnaron un  poco más aun a costa de malbaratar aquella civilización que era la suma del Derecho, la Urbanización, la Unificación y la Paz.

Don Víctor: Anteriormente algo enseñaron los griegos a los romanos: la Ciudad y el Patriotismo, la Filosofía, el Arte Clásico y el Teatro…

Don Hugo: … amén de darnos el primer héroe moderno: Leónidas… ¡Cuánto me alegré de niño con las derrotas que infligimos a los persas en Salamina y Maratón!

Don Víctor: Sí, porque aquellos innumerables orientales, acaudillados por su Emperador con todos sus sátrapas, ¡querían quitárnosolo todo!

Don Hugo: Buena guerra nos dieron también los fenicios…

Don Víctor: Sí, don Hugo, pero bien que nos enseñaron, desde sus colonias, a escribir, a navegar y a comerciar usando monedas.

Don Hugo: ¡En cambio de los persas sólo hemos incorporado las gallinas!

Don Víctor: Egipto fue la maestra de Grecia, con su arquitectura monumental en piedra.

Don Hugo: ¡La columna con su basa, fuste y capitel!

Don Víctor: Y en el principio estaba Mesopotamia… Ciudad, Estado, Leyes escritas.

Don Hugo: ¡No se olvide usted de Semíramis y sus jardines colgantes de Babilonia!

Don Víctor y don Hugo (cantando): «Son las mujeres de Babilonia / las más ardientes que el amor crea…»           

Retrato robot

Don Hugo: ¿Preparado, don Víctor?

Don Víctor: Adelante, don Hugo. A ver con qué me sale usted hoy…

Don Hugo: Le voy a citar extractos literarios y usted ha de encontrar a qué lugar se refieren. El primero: “Caricatura de las estupideces francesas”.

Don Víctor: El San Petersburgo de Anna Karenina.

Don Hugo: “Soporífera, anodina, sin imaginación”.

Don Víctor: Esto va a ser la Pamplona de Baroja.

Don Hugo: “Calumnia, avaricia, mezquindad, conformismo, desconfianza, odio a la belleza”.

Don Víctor: A ver, a ver… ¡Ya lo tengo! ¡El Bilbao de Blas de Otero!

Don Hugo: “Pueblos pequeños, pueblos malvados”. Se trata de “la maldad de los débiles, los jorobados y los perros gozques”.

Don Víctor: Eso no puede ser más que de Nietzsche a propósito de Sils-Maria, Gruyère u otro pueblo suizo que también tenga agujeros.

Don Hugo: “Aburrimiento, nada”.

Don Víctor: Lausana en cualquiera de los autores que hayan perdido el tiempo en evocarla.

Don Hugo: Como está usted dando palos de ciego, mejor será darle una pista: todas las citas son de un mismo autor… Prosigo: La tez de sus habitantes es “cerúlea y vinosa”.

Don Víctor: Cork… quizás Limerick… o, ya puestos, ¡Irlanda entera! Algo de Joyce, probablemente…

Don Hugo: Refiriéndose a su constitución física: “grasa, gordura”.

Don Víctor: Mineápolis

Don Hugo: “Asociacionismo para no tener que pensar individualmente”

Don Víctor: ¡Londres!

Don Hugo: “Un cadáver de pueblo charlatán creado por la diplomacia”

Don Víctor: ¡Qué definición tan original!, ¡Yugoslavia!

Don Hugo: Sigue usted perdido, don Víctor. Le daré una segunda pista: todas las citas se refieren al mismo lugar… Nueva cita: “Infierno vivo en la tierra”.

Don Víctor: Calcuta… o Beirut.

Don Hugo: Frío, sigue estando frío… A ver si la próxima cita le pone a usted en el buen camino: “C´est un bâton merdeux”.

Don Víctor: Las Vegas.

Don Hugo: “Pueblo que sólo sabe vomitar y mear”.

Don Víctor: Ahora sí que sí. El Manneken pis, Bruselas, Bélgica y el autor es Baudelaire.

Récord histórico de España

Don Víctor: Desde luego es natural que sea España, con su «Guernica», quien haya dado al mundo el icono de la guerra civil.

Don Hugo: Sí, sí, un concepto traducido en pintura.

Don Víctor: Tenemos el triste récord de ser el país con más golpes de Estado y guerras civiles del mundo entero.

Don Hugo: Claro, ya lo apunté en aquella charla que les di en la Fundación sobre la polémica que enfrentó a Américo Castro con Sánchez-Albornoz… Lo que yo pienso de todo esto es que España se construye como nación luchando por la supervivencia contra los moros, lo cual crea un carácter y unos hábitos guerreros que se vuelcan luego en la conquista de América y se prolongan en las guerras por mantener la hegemonía en Europa.

Don Víctor: En mi opinión, en cambio, la invasión francesa es la causante de todo este lío. El español aprende a echarse al monte y negar la autoridad constituida en aras de un ideal, que se pretende imponer a todos los demás. Muchos de los que luchan en las guerrillas patrióticas, vuelven a alzarse en la Primera Guerra Carlista, pero ya antes había habido malcontents, luego hubo cantonalistas… De pronunciamientos y asonadas, ¡ni hablemos!… y antes del 36, tuvimos la del 34 en Asturias.

Don Hugo: Ha pasado usted por alto el siglo XVIII, que fue más tranquilo e incluso llegamos a presumir de Ilustrados.

Don Víctor: Es el parto difícil de la España contemporánea el que lega a la criatura grandes taras y ésta del guerracivilismo es la peor.

Don Hugo: Yo le mencionaba el siglo XVIII por establecer un paralelismo entre Historia de España y ontogénesis universal. Aquel reposado siglo fue el período de latencia…

Don Víctor: ¡que engañara a Napoleón!

Don Hugo: …  comprendido entre la desordenada sexualidad infantil y la peligrosa explosión de la pubertad.

Don Víctor: Entonces, don Hugo, según usted, Napoleón nada tuvo que ver…

Don Hugo: Lo que yo sostengo es que Napoleón precipitó el advenimiento de esa pubertad que fue caótica, indecisa, arrebatada y violenta.

Don Víctor: ¿Y cree usted que esta arriscada pubertad nos va a durar aún mucho tiempo?

Don Hugo: Yo encuentro, don Víctor, que los españoles, a diferencia de otros pueblos, se hallan tan cómodamente instalados en la impune irresponsabilidad de la adolescencia que difícilmente querrán acceder a la fase adulta de la responsabilidad y del auténtico sacrificio moral.

Don Víctor: Vamos, don Hugo, que me está usted diciendo que estamos condenados a una fijación libidinal histórica.

Yves Klein, escritor

Don Víctor: “Aprovechando la necesidad del hombre por proyectar su marca fuera de sí, la línea logra introducirse en el reino hasta entonces inviolado del color”.

Don Hugo: El dilema es si hacemos arte o no hacemos arte.

Don Víctor: Sí, sí, indefectiblemente vamos a dejar nuestra marca, vamos a introducir algo que no estaba en la realidad del mundo sensible.

Don Hugo: Pero si optamos por lo contrario, ¿para qué necesitamos al señor Yves Klein?

Don Víctor: Leo otro poco más:» La línea vence arteramente y subyuga al hombre imprimiéndole un ritmo abstracto e intelectual, inmaterial y espiritual”.

Don Hugo: Claro, el ser humano, con su racionalidad, quiere poner orden en el caos natural, comprender lo que tiene delante.

Don Víctor: La línea limita, individualiza, ordena y hace reconocibles las formas.

Don Hugo: El dilema es “veo y entiendo” o “no comprendo nada y voy ciego», como sostiene Monet.

Don Víctor: Así lo comprendió Cézanne: que por el camino de los impresionistas el arte corría el peligro de llegar a la ceguera… de las cataratas a la oscuridad total… pero déjeme seguir: “La escritura representa el color avasallado por la línea de una falsa realidad: la realidad física figurativa”.

Don Hugo: Olvida don Yves la abstracción geométrica.

Don Víctor: Para él no deja de ser una dictadura… o, cuando menos, una dictablanda… Luego, de manera abstrusa, viene a decir que, por efecto de la línea, el hombre acaba perdiendo su visión interior y cómo ésta es sustituida por un vacío, atroz para unos, pero que para otros representa un acicate creativo con que llenar ese abismo. Ahora bien, no por ello, la nueva creación deja de ser expresión del alma desgarrada por…

Don Hugo: No me lo diga, don Víctor… ¡por la línea!

Don Víctor: Desde el momento en que creamos, estamos condenados a ahorcarnos con la dichosa línea… Déjeme acabar: “En el fondo el verdadero pintor del porvenir será un poeta mudo que no escribirá nada, pero que contará sin articular, en silencio, un cuadro inmenso y sin límites”.

Don Hugo: ¡El cuadro blanco sobre fondo blanco de Malévich! Entonces, en definitiva, negamos el Arte.

Don Víctor: Este discurso no sería más que la bella constatación -escrita, que no pintada- de la imposibilidad de la creación artística como plasmación de la Idea.

Don Hugo: Y ahora, don Víctor, dígame por qué hemos venido a leer todo esto encaramados en esta peligrosa azotea.

Don Víctor: Ha merecido la pena, don Hugo. Se trataba de comprobar de la manera más práctica e intensa posible el sentido de la obra de Yves Klein contra este mismo cielo madrileño que inspirara sus obras maestras.                                                                      

Doblajes

Don Hugo: Nunca entendí por qué ninguna de las academias de lenguas que conozco, no se llame “Pentecostés”.

Don Víctor: Ya puestos, lo mismo podría aplicarse a los estudios de doblaje cinematográfico.

Don Hugo: Me he pasado media vida defendiendo los buenos doblajes españoles, hasta que ya por fin Dolores, con su conocimiento de los idiomas, me convenció para que empezáramos a ir a aquellos cines de arte y ensayo a escuchar las películas en su idioma original… ¡Y ahora ya no las aguanto dobladas!

Don Víctor: La verdad es que, al margen de que tenga usted razón, el doblaje representa la cima de la traducción. Los personajes articulan en la lengua que uno quiera. ¿No es eso un milagro?

Don Hugo: Lo aparenta, don Víctor, sólo lo aparenta… Bien que tuve que admitir que no es más que una superchería pues dígame usted, don Víctor, ¿cómo disociar voz de cuerpo sin perturbar la unidad dramática que representa todo actor?

Don Víctor: Efectivamente, don Hugo, actor y personaje quedan demediados.

Don Hugo: Es una falta de respeto que no tolerarían otras profesiones.

Don Víctor: Me viene a la mente el caso de James Steward. Al pobre, en los doblajes al español, se le ha adjudicado tradicionalmente una auténtica voz de tontorrón que, junto a su aspecto desgarbado, le confería una apariencia poco favorecedora.

Don Hugo: Sí, sí, don Víctor, nunca se entiende que tenga una novia tan guapa… por muy americano que sea.

Don Víctor: Entonces, don Hugo, como me diría usted: No me tienen que gustar las películas dobladas, ¿verdad?

La muerta Eurídice

Don Hugo: Se la he hecho rectificar tres veces, pero por fin hemos acertado: ésta es la verdadera lira de Orfeo, tal y como la describen las fuentes y la reproducen los vasos griegos.

Don Víctor: ¡Pobre luthier, me lo ha traído usted por la calle de la amargura!… ¿Y le habrá costado un dineral, verdad?

Don Hugo: Eso es lo de menos para un regalo de Apolo a su hijo.

Don Víctor: ¿No cuentan también que, cuando aquellas mujeres enloquecidas segaron la cabeza de Orfeo, cayó ésta en el hueco de un caparazón de tortuga, generando un sonido estremecedor?

Don Hugo: Sea como fuere, los griegos fabricaron sus mejores liras usando esta singular caja de resonancia, como siguen haciendo hoy los artesanos de Berbería.

Don Víctor: ¡Qué mal pago tuvo con tan cruel muerte este héroe que nos enseñó la música!

Don Hugo: No fue más que el castigo ejemplar por haber transgredido los límites que nos marcan los dioses.

Don Víctor: Bien cierto, don Hugo. Su historia contiene una doble enseñanza: por un lado, la maravillosa música que es medio expresivo de la exaltación, vehículo del entusiasmo y fuerza concitadora de los poderes invisibles…

Don Hugo: Muy bien visto, don Víctor, pero el otro aspecto no es tan risueño: cuidado con entregarse en exceso a lo que no existe, ya sea pura quimera, ya sea porque murió como la amada Eurídice.

Don Víctor: Entonces los griegos ya tenían previsto el gran pecado de los románticos: amar a una sombra, a un fantasma, al pasado que ya no es e incluso que nunca existió…

Don Hugo: ¡Amar a una muerta!

Don Víctor: Las exangües y emaciadas muchachas de los relatos de Poe, catalépticas vueltas del Más Allá…

Don Hugo: ¿Quiere usted acompañarme, don Víctor, a la embajada griega a ver si saben  decirme de algún profesor experto en los antiguos modos musicales?

Don Víctor: Cuidadito, don Hugo, que todo aquello del modo dórico y otras especulaciones sólo son chaladuras de los Paniagua y otros que tal bailan. ¡Fantasmagorías que no deben engañarle precisamente a usted!… ¿Por qué no aprende a tañer el sirtaki, que es tan bonito?

Frutero chipén

Don Víctor: No se quejará usted, don Hugo, que no salimos con las manos vacías…

Don Hugo: De ninguna manera. Nada más pedirle «déme, por favor…», me ha cortado al instante y me ha soltado: «Mal empezamos. De «déme», nada… ¡Véndame!», como si me conociera de toda la vida.

Don Víctor: Es así con todo el mundo. El otro día, sin ir más lejos, se le encaró a una nueva vecina mía que le protestaba el género: «Venga, señora, váyase usted a haCer Cedilla, que es un sitio muy fresco».

Don Hugo: Le he pedido cinco alcachofas de Tudela y me ha dicho que me las iba a poner cómo le gustan las mujeres a Gurruchaga, «gordas y apretás».

Don Víctor: Y mis calabacines, tan terciados, vienen importados de Flandes.

Don Hugo: Sí, sí, si ha añadido que «hasta gastan mostachos y alabarda»… Mi melón viene de Hollywood, según me ha dicho: Melón Blando, más dulce que el Flan Sinnata.

Don Víctor: Más vale así,  porque una vez que le dije que un melón me había salido malo, que no sabía a nada, me replicó que «malo no puede ser si no sabe a na«.

Don Hugo: Mire que le he pedido que los ajos fueran españoles, que no los quería chinos, y me ha respondido que chinos tienen que ser porque sólo los trae de Chin Chon. Sin embargo, me ha alabado sus plántanos de Canarias y sus malocotrones de Calanda.

Don Víctor: Sin embargo, las manzanas que me ha puesto dice que vienen del Perú, que son Fuji y que las cultiva en su penal Fujimori para la redención de su pena.

Don Hugo: Pues mis naranjas están buenas aunque se las vea algo contraídas, pero es por los últimos fríos, porque, según me ha explicado, «los cuerpos se contraen con el frío y se dilatan con el calor» y por ese motivo, «se contraen también más matrimonios en invierno que en verano».

Don Víctor: Sí, sí, es muy sociólogo… Del zapatero de al lado dice que «está en el tabernáculo, pero que enseguida vuelve», que es que, «como es tan piadoso, está todo el día haciendo libaciones».

Don Hugo: Le voy a decir a Dolores que en adelante compraré siempre en esta frutería, aunque me quede a trasmano… Ya sabe usted, don Víctor, que a mí también me interesa mucho la sociología.