
Don Víctor: Yo veo el despacho de Gropius y no entiendo qué tiene que ver con ese mastodóntico almacén de muebles y ferretería que han levantado cerca de Alcorcón.
Don Hugo: La Bauhaus quería generalizar las conquistas estéticas adecuadas a la era industrial: nada de exclusivas villas modernistas archidecoradas con brillantes vidrieras para los buenos burgueses.
Don Víctor: Por el contrario, barrios enteros para obreros con viviendas racionales que funcionaran bien y cuya belleza residiera en la armonía de la propia estructura.
Don Hugo: Esa belleza y ese sentido práctico debían transmitirse por igual al mobiliario, al menaje, a todo cuanto sirve y rodea nuestra vida en el hogar.
Don Víctor: ¡Pues exactamente igual que la Bauhaus de Alcorcón!, ¿no le parece, don Hugo?
Don Hugo: Desde luego, esta nueva Bauhaus es un bazar oriental…
Don Víctor: … impregnado del espíritu de Oliveira da Figueira.
Don Hugo: Dígame usted, don Víctor: ¿qué necesidad hay de recurrir a Kandinski, Mies Van der Rhoe, Klee, Lilly Reich y todos los demás, cuando todo lo que ofrece, desde las planchas para bricolaje hasta las hamacas listadas de jardín, son de un gusto tan refinado y actual?
Don Víctor: Lo único que le reprocharía es que ese nombre anticuado de Bauhaus acaso desmerezca un poco… quizás otro como el de ese establecimiento cercano… ¿cómo se llama?
Don Hugo: ¡Ah, claro!, ¡El cortijo tirolés!








