
Don Hugo: Todo esto deja atrás muchos de los presupuestos clásicos. Es cierto que el Imperio había derivado hacia una progresiva orientalización, pero aquí no hubo nunca ruptura.
Don Víctor: Sí, sí, se evolucionaba con naturalidad e incluso se seguía progresando en muchas cosas… Si no le da vértigo, don Hugo, mire usted hacia arriba y vaya siguiendo cada una de las inmensas oquedades que se van escalonando de bóveda en bóveda hasta la cúpula.
Don Hugo: Es como un firmamento inconmensurable y agitado por una expansión indefinida…
Don Víctor: La cúpula flota sobre el anillo de luces perforadas en su contorno, que hacen brillar millones de teselas titilantes.
Don Hugo: Qué milagro que cuando alrededor del Impero Oriental todo se venía abajo y se ensombrecía, esta civilización se mantuviera a flote y deslumbrara por siglos…
Don Víctor: ¡Casi otros mil años!
Don Hugo: … a todos los pueblos vecinos y lejanos.
Don Víctor: ¡Y que aquello tan bonito tuviera al final que desaparecer!
Don Hugo: Pero, don Víctor, si se está usted poniendo pálido. Hombre, que eso es agua pasada… Consuélese, que por lo menos pudimos salvar Italia.
Don Víctor: Si no es eso, don Hugo, no es eso, si es que me siento como abducido hacia las alturas y me está entrando un vértigo, que estoy a punto de perder el sentido.
Don Hugo: Usted, tranquilo y con los pies en el suelo, que yo le sujeto.








