Disonancia

Don Hugo: Estoy por empezar a gastar peluca y sombrero de tres picos, calzón y paletó…

Don Víctor: Pero, don Hugo, ¿está usted en sus cabales o piensa ya en el próximo carnaval?… ¡Que falta mucho!

Don Hugo: No, don Víctor, es que anoche estuve leyendo a Calonne y… mire, mire, si me entretuve en traducir la cita para comentársela: “No puede darse un paso en este vasto reino sin encontrar leyes diferentes, usos contarios, privilegios, derechos y pretensiones de toda especie… Esta disonancia general complica la administración y multiplica por doquier los gastos y el desorden”.

Don Víctor: Si parece la tercera de ABC que escribió Camuñas el otro día… de manera que volvemos al siglo XVIII.

Don Hugo: Como si nunca hubieran existido los jacobinos… Recuerde usted, don Víctor, lo que me pasó a mí cuando estuvimos en Reinosa, que no quisieron atenderme en el hospital por ser de otra comunidad autónoma.

Don Víctor: ¡Albricias, don Hugo!… que, tras años de negociaciones, deshielos, protocolos, modificaciones legales, consensos y permisos, el hospital de Reinosa se aviene a recibir pacientes de fuera de Cantabria…

Don Hugo: ¡Hombre!, yo que me había jurado no volver en mi vida a Reinosa…

Don Víctor: ¡No tan deprisa, don Hugo, que ese convenio –que parece el pacto de reducción del arsenal nuclear soviético-norteamericano de los años ochenta- no da para tanto. Sólo beneficiará a los lugareños de la comarca palentina limítrofe.

Don Hugo: ¡Se habrán herniado!

El rey sonriente

Don Víctor: Antes los reyes no sonreían nunca. Han empezado a hacerlo desde que ya no son reyes de verdad.

Don Hugo: La única que aún no se ha enterado es la reina de Inglaterra.

Don Víctor: Fíjese usted cómo los reyes de Arabia o de Marruecos no sonríen nunca.

Don Hugo: ¡Toma, porque mandan! Note usted, don Víctor, que si Carlos IV nos sonriera ahora, sería idéntico a Juan Carlos.

Don Víctor: Es verdad, si es que cada vez se le parece más.

Don Hugo: Esperemos que no tenga un final de reinado tan triste, porque al paso que vamos…

Don Víctor: Ya sería irónico, don Hugo, que cuando por fin, en España, vivimos un reinado que garantiza la convivencia democrática de todas las tendencias…

Don Hugo: pues sí, porque siempre hemos estado echándonos al monte.

Don Víctor: … un reinado que combina la pujanza de una economía liberal con la protección social…

Don Hugo: pues sí, se acabaron los anarquistas incendiarios y la prepotencia de los señoritos.

Don Víctor: … un reinado que ha sometido definitivamente al Ejército al poder civil…

Don Hugo: pues sí, ¡tanta asonada, Juntas y ruido de sables!

Don Víctor: … un reinado que sanciona un Estado laico…

Don Hugo: pues sí, sin quema de conventos y sin nacionalcatolicismo.

Don Víctor: … un reinado que da satisfacción equitativa a las aspiraciones de autogobierno de las regiones…

Don Hugo: “Equitativa”… ¡ahí les duele!

Don Víctor: … un reinado, en definitiva, que encaja todas las piezas de un rompecabezas endemoniado… pues ya sería irónico, digo, que…

Don Hugo: No siga usted, ¡ni mentarlo! Hay que quedarse con el rey sonriente.

Individualismos

Don Víctor: Mire, mire, don Hugo, ya he encontrado eso de Américo Castro… Permítame que lo lea, sin citar de memoria: «Aquí llamamos individualismo a la ausencia de leyes obedecidas de buen grado y a hacer -como decía Ganivet- «lo que me dé la gana».

Don Hugo: Pues eso, don Víctor, que nos creemos individualistas cuando somos tan sólo incívicos.

Don Víctor: La verdad es que los españoles somos un pueblo muy sociable y hasta asociativo… Nos falta tiempo para echarnos a la calle y encontrarnos con los demás…

Don Hugo: para coincidir en los bares e incluso para pasarnos todo el año, invirtiendo nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra paciencia y nuestro dinero, en preparar la fiesta de Moros y Cristianos…

Don Víctor: … la chirigota del próximo Carnaval…

Don Hugo: … los alardes…

Don Víctor: … la procesión de Semana Santa…

Don Hugo: … El Belén viviente de mi pueblo…

Don Víctor :… los castellets…

Don Hugo: … la peregrinación al Rocío…

Don Víctor: … la Feria de Abril… ¡Pocos países tan amigos de organizarse sin que nadie se lo mande!

Don Hugo: Ahí está… ¡sin que nadie se lo mande!… Como nos lo manden, se acabaron las casetas del Real de la Feria, la romería, los castellets y sus castellers, el Belén, la procesión, el alarde, la chirigota, los Moros y los Cristianos.

Don Víctor: ¡Qué malo le supo a aquel guía napolitano de Pestum cuando usted se separó del grupo para deambular a su gusto y a sus anchas entre los templos y para sacar así sus propias conclusiones, mientras aquel público internacional aguantaba aquella verborrea llena de vulgaridades!… Lo spagnolo solitario!, masculló entre dientes mientras volvía usted hacia nosotros, tan orondo.

Don Hugo: Si es que… ¡estoy hecho todo un individualista!

Milenarismo

Don Víctor: ¿Y cree usted, don Hugo, que también a esta otra niña acabarán por quemarla viva en Rouen?

Don Hugo: No lo descarte usted, don Víctor, a la vista de los malintencionados comentarios que publicaba ayer la prensa.

Don Víctor: A Juana de Arco le hablaba San Miguel, pero la pregunta sería si los protestantes tienen también arcángeles…

Don Hugo: A Greta Thunberg debe de hablarle directamente Dios. Y la cosa no es para menos si tenemos tan próximo el fin del mundo.

Don Víctor: Claro, como lo hacemos todo tan mal… Mis nietos me afean el comer carne porque se necesita muchísima agua para producirla…

Don Hugo: A mí, que no clasifico bien la basura…

Don Víctor: Me dicen que no salga de paseo con usted, siempre perdiendo el tiempo… ¡que tengo que ir al gimnasio a hacer ejercicios de fuerza!…

Don Hugo: A mí me han puesto verde por tomar el avión parair a Londres a ver a mi hijo Luis… ¡Que tenía que haber ido en un barco velero!

Don Víctor: Pues el colmo es que ya no quieren montarse en el 1500 conmigo los domingos…

Don Hugo: Hombre, don Víctor, es que ya van siendo mayores…

Don Víctor: Que no, don Hugo, que no es eso; es que dicen que contamina mucho y que me compre uno eléctrico… ¡total, sólo cuesta cuatro veces más!…

Don Hugo: Ahora, don Víctor, eso del fin del mundo… pues, la verdad, no acabo de creérmelo… hasta que no vea al bueno de Filipulus tocando el gong por la Gran Vía, qué quiere que le diga, yo seguiré yendo al Viena a platicar con usted.

Defraudadores

Don Hugo: Me parece, don Víctor, que estoy leyendo la misma noticia que usted. ¡Otro caso más de corrupción en las altas esferas!

Don Víctor: Y digo yo: ¿cuánto dinero se habrá gastado el gobierno en ese anuncio en que un mecánico nos afea a los españoles el querer eludir el IVA?

Don Hugo: Sí, sí, «sin IVA, sin hospitales, sin colegios, sin pensiones, sin carreteras…»

Don Víctor: ¡Cuánta mofa no habrá suscitado el anuncito de marras! ¡Es que todo es escarnio del contribuyente!

Don Hugo: ¡Qué vergüenza que todavía esté vigente aquello que denunciara Galdós!… pero si lo tengo señalado con marca-páginas. Oiga usted: «No hay medio de escribir en el Decálogo los delitos fiscales. La moral del pueblo se rebelaba, más entonces que ahora, a considerar las defraudaciones a la Hacienda como verdaderos pecados… lo que la Hacienda llama suyo no es suyo, sino de la nación, es decir, de Juan Particular y burlar a la Hacienda es devolver a Juan Particular lo que le pertenece».  Y escuche esto otro, también de don Benito: «Pues si quieren que el pueblo aprenda a desempeñar su papel… enséñenle los de arriba con el exacto y honrado cumplimiento del suyo».

Don Víctor: ¡Ay, don Hugo, con qué mala fe nos siguen gobernando hoy en día!

Don Hugo: «Vuestros gobernantes os tiranizan». Y eso no lo dijo precisamente Galdós, sino el mismísimo Cristo.

Don Víctor: Cómo se ve que nuestros gobernantes son tan católicos que no osan desmentir al Salvador…

El espíritu de Wamba

Don Víctor: Ve uno tantos buenos propósitos, tanto desprendimiento, ideas tan justas, la utopía reflejada al fin en los ojos de esos revolucionarios…

Don Hugo: Sí, todo eso es muy bonito, don Víctor, pero mire usted abajo: muertos despojados, pisados y aplastados… Bruto creyó poder restaurar la república y, ¡ya ve usted!, le salió el tiro por la culata: ¡el despotismo de los césares por los siglos de los siglos hasta la caída de Roma!

Don Víctor: Pues anda que la que vino después… ¡aún fue menos democrático! Y ni siquiera la Historia rehabilita a Bruto como idealista…

Don Hugo: ¡Bueno lo pone Shakespeare!… Otro tanto ocurrió con los comunistas que quisieron quitar de en medio a Gorbachov…

Don Víctor: ¡Adiós la URSS!

Don Hugo: … y Shapur Baktiar y su democracia iraní…

Don Víctor: ¡Toma teocracia islamista!

Don Hugo: … y si se salen con la suya los animalistas…

Don Víctor: ¡Extinción del toro de lidia y, de paso, desaparición de ciervos, jabalíes y demás caza mayor!

Don Hugo: … y Zapatero con su «talante» y su universal contentamiento de todas las regiones…

Don Víctor: ¡Salte España en mil pedazos!

Don Hugo: … Bush y su campaña en Irak del «Providing comfort»…

Don Víctor: ¡Qué decirle, don Hugo!… De buenos propósitos está el Infierno lleno. Cuántas veces las más razonables ideas desembocan fatalmente en una marea de irracionalidades que se lo lleva todo por delante. El ingenuo reformador es inmediatamente atropellado por los más fanáticos.

Don Hugo: Si no hay más que pensar en la España de la Restauración, en el regeneracionismo y todo aquello… y al final triunfó el espíritu de Wamba, el anarquista de «El Bateo»

Don Hugo y don Víctor (cantando): «El día en que yo gobierne,/ si es que llego a gobernar,/ lo menos dos mil cabezas/ por el suelo rodarán./ Haremos de carne humana/ la estatua de Robespierre,/ para que sirva de ejemplo/ el mártir aquel».

Veteranos

Don Víctor: ¡Pues ahora resulta que es una sucursal de Orange!

Don Hugo: ¡Atiza! ¿Qué me dice usted, don Víctor?… ¿la cervecería Santa Bárbara de Goya esquina a Alcalá?

Don Víctor: ¡Sí, sí, ésa, la misma proa modernista donde tantas veces hemos dado rendez-vous para ir a los toros! Tienen ahora todos sus vanos tapiados de plástico naranja…

Don Hugo: ¡Qué preciosidad!… Descanse en paz como nuestro añorado restaurante Schotis y tantos otros veteranos…

Don Víctor: ¡Por eso me alegro tanto de que me haya traído aquí, don Hugo! Me imaginaba otro duelo…

Don Hugo: Lo ha cogido Oriol Balaguer, ha abierto las ventanas y lo ha ventilado bien. Con que aquí tiene usted: ¡La Duquesita remozada para un siglo más!

Don Víctor: ¡Y con los mejores chocolates de Barcelona! Éstas son las sucursales que a mí me gustan.

Don Hugo: Quería pedirle, don Víctor, que se apuntara usted a una manifestación de esas a la americana, de cuatro gatos, dando vueltas cada gato con su cartelito, que estamos organizando los de la Fundación ante el nuevo chalet que ha suplantado a la «Casa Guzmán», que construyera Alejandro de la Sota.

Don Víctor: Hombre, don Hugo, si estuvimos en la protesta por la pagoda de Fisac, ¿cómo no vamos a ir ahora ? Si al final hasta lo pasamos bien a pesar del berrinche…

Don Hugo: Es lo que tienen los entierros, que nos acabamos encontrando todos los amigos veteranos.

Don Víctor: Les vieux de la vieille!

Babel

Don Víctor: ¡Atiza, don Hugo, esto supera a Babel!

Don Hugo: Querrá usted decir, don Víctor, que incluso lo empeora…

Don Víctor: Al revés, ahora con el inglés como idioma universal y la Internet, ni Dios se molesta ya en intentar frenar un crecimiento desaforado como el de nuestros rascacielos.

Don Hugo: Qué duda cabe que la Torre de Babel fue el origen de la confusión de lenguas y de la dispersión…

Don Víctor: ¿Y no fue en adelante aquella disparidad de culturas y puntos de vista la semilla de la libertad?…

Don Hugo: … de las guerras crueles, de las intolerancias y esclavitudes, de las colonizaciones, de los racismos y de las deportaciones en masa…

Don Víctor: Calle, don Hugo, que, gracias a Babel, no pensamos lo mismo y razonamos con independencia, polemizamos para depurar el pensamiento, construimos y ¡no me diga usted que no disfruta con estas controversias!

Don Hugo: No sé por qué dice usted eso: la humanidad vive en permanente desasosiego por la añoranza de la reconciliación y la unidad a la que estábamos destinados en nuestro ecosistema natural: ¡el Paraíso Terrenal!

Don Víctor: Sí, sí, pero precisamente esa expulsión ¡cuántos retos no nos habrá planteado!… La superación de aquellas dificultades no previstas ¡en qué gran medida ha construido y perfeccionado al ser humano!… ¿Y no es cierto que a la vuelta de la esquina nos está esperando el verdadero Paraíso?… ¡el de la comunión de todos!

Don Hugo: Mire usted, don Víctor, que pensando en el Paraíso… le confieso que me va a dar algo de rabia el ser exactamente como los demás…

Don Víctor: No se preocupe usted, don Hugo, que esto de la comunión es puramente  espiritual, porque cada uno llevará la impronta individual de tantos sufrimientos, luchas, hallazgos, alegrías, en definitiva lo propio del ecosistema que tenemos: la gran ciudad. Todo ello nos garantizará la identidad personal.

Don Hugo: Eso, eso, que aquello sea todo lo bonito que Dios disponga, pero ¡yo quiero ser distinto!

Verlaine y Kraus

Don Hugo: ¡Déjese usted de romanticismos, don Víctor! El artista es un burgués y no un bohemio… Si ya lo veía Baudelaire…

Don Víctor: El bohemio, don Hugo, es rebelde y se atreve a desafiar las convenciones dando rienda suelta a su espíritu crítico… o sea que es un artista moderno.

Don Hugo: El espíritu crítico es patrimonio de la burguesía, no del proletariado que sólo siente desesperación, ni de los aristócratas que se encastillaron en sus prebendas. La burguesía criticó el Antiguo Régimen, acabó con la Monarquía Absoluta, puso a la Iglesia en su sitio y abolió los privilegios.

Don Víctor: Hombre, claro, en provecho propio para suplantar a la nobleza y mangonear el gobierno quitándoselo al rey.

Don Hugo: La burguesía trae el progreso para todos. ¡Me dirá usted, don Víctor, que en la Edad Media todo el mundo vivía mejor con su rey y sus obispos en aquel mundo petrificado que tanta nostalgia suscitó entre los románticos!

Don Víctor: Verlaine… ¿un burgués entonces?

Don Hugo: Justamente un calavera que por entregarse al principio de placer y rechazar los valores burgueses de orden, pulcritud, sacrificio, ahorro y tenacidad frente al fracaso, como tantos otros bohemios, no llegó a regalarnos la suma de belleza y de verdad cuyo talento  hacía esperar…

Don Víctor: Pero, don Hugo, ¿hubo algún otro poeta que llegara a aquellas cimas de la armonía musical?… «C´est beau comme du Verlaine».

Don Hugo: Malbarató la mayor parte de su talento. ¡Cuántas dianas como aquéllas, que ya no se acertarán, no quedarán en el limbo? Desengáñese usted, don Víctor, los verdaderos artistas, a fuer de burgueses, son monjes estajanovistas… tesis, antítesis, ¡síntesis!

Don Víctor: medieval, comunista, ¡burgués!

Don Hugo: Producen obras maestras hasta la extenuación… ¡como Alfredo Kraus!

Don Víctor: ¡El rendimiento capitalista!

Versos

Don Víctor: Yo ya estoy preparado, don Hugo. Dispare si quiere.

Don Hugo: “Padre, maestro y camarada”.

Don Víctor: Bien fácil: “Redoble lento por la muerte de Stalin”, de Rafael Alberti. Bien, ahí va el mío: “… y la Falange, ¡proyección / de la mano de Franco sobre el hispano Mapa!”

Don Hugo: Eso está chupado: “Prólogo para una fiesta de cine y de verso”, de Eduardo Marquina. Prepárese: “Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas”.

Don Víctor: Pan comido: “Rusia”, de Miguel Hernández. Voy: “La sonrisa de Franco resplandece”.

Don Hugo: Eso es de “Francisco Franco”, de Manuel Machado. A cubierto, don Víctor, que va otro misil: “Si mi pluma valiera tu pistola”.

Don Víctor: Me rindo, don Hugo; de todos los versos citados, es el único bueno, por más que sea atroz. Es, por supuesto, del otro Machado.

Don Hugo: Leyendo estas cosas, don Víctor, nadie diría que “la poesía es un arma cargada de futuro”, como escribiera luego Celaya.

Don Víctor: Hombre, es que estas barbaridades sólo se explican en el contexto de una guerra civil, en que todos enloquecen… ¡Y pobre de aquél que no enloquezca con los demás!

Don Hugo: Si ya lo dijo Chiquito: “¡Un mal día lo tiene cualquiera!”