
Don Hugo: No lo he soñado, don Víctor. En una entrevista que le hicieron hace un año, aseguraba Boadella que estaba considerando el montaje teatral del Libro de Buen Amor.
Don Víctor: Si de verdad lo consideraba, lo hará sin duda.
Don Hugo: Los apólogos…
Don Víctor: … los siete pecados capitales…
Don Hugo: … la astrología…
Don Víctor: … los cantares de ciego…
Don Hugo: … las zafias serranas…
Don Víctor: … la astuta Trotaconventos…
Don Hugo:… los consejos a la mujer y el elogio de la mujer…
Don Víctor: … y de la Virgen María…
Don Hugo: … sus novias: la casquivana, la discreta, la virtuosa, doña Endrina y todas las demás, entre las que no podía faltar la monja…
Don Víctor: Y hete aquí que, en medio de lo que parece un destartalado pandemonium que no avanza hacia ningún sitio, nos encontramos embarcados en una apasionada polémica entre don Carnal y doña Cuaresma, en la que todos empiezan a pronunciarse con los más atinados disparates…
Don Víctor: … hasta el punto de que la obra cobra así una inesperada coherencia y una amplísima perspectiva, que nos transportan hacia una bacanal de risa y banquetes, en la que conjuramos la desesperanza del tiempo presente.
Don Hugo: Yo creo que en todo comediógrafo anida un fondo de tristeza y pesimismo que le lleva a esforzarse por atraernos hacia una nueva realidad, si bien ficticia y limitada en el tiempo, donde se imponga al final la más sonriente armonía.
Don Víctor: Sí, don Hugo, algo así como despertarnos a un amanecer claro en que estalla la vida, manifestándose en el concierto del alba que aúna a todas las aves.
Don Hugo: Ése es el vitalismo que anima a la obra de Boadella.








