Terminología

Don Hugo:  ¡”Praxis”!

Don Víctor: A la papelera… pues mire esta otra, don Hugo: “pauperización”.

Don Hugo: ¡Al Salón de los Rechazados!… ¿Y “proletario”?

Don Víctor: “Proletario” y “obrero” han quedado en el desván… Y ¿”fuerza de trabajo”?

Don Hugo: Pues como las “fuerzas productivas”: ¡en un cajón!…  Y ¿”alienación”?

Don Víctor: Hombre, “alienígena” sí… en las películas de ciencia-ficción de Hollywood…. ¿Qué dirían Marx y Engels de cómo se va arrinconando su herencia?

Don Hugo: No puede ser de otra manera, don Víctor.  Es como pretender que aquella novela robótica de Tamames, Historia de Elio, se lea en las escuelas o se convierta en un best-seller… pero no se crea usted, por todas partes colea la terminología marxista: “coyuntura política”…

Don Víctor: … “a nivel de”…

Don Hugo:… “en base a”…

Don Víctor: …”cosificación”…

Don Hugo: … “condiciones objetivas”

Don Víctor: … “cambios objetivos y subjetivos”…

Don Hugo: … “condiciones de vida material”…

Don Víctor: ¡”Revisionismo”!

Don Hugo: ¡No me hable usted de la infame estirpe de Arrio, que puso en cuestión las verdades sagradas e inmutables de la Revolución!

Don Víctor: ¡Al gulag con ese Arrio!

Test de Schleswig-Holstein

Don Víctor: ¿8000 dólares?
Don Hugo: Contantes y sonantes, que la Universidad de Buffalo tiene manteca… Y crea usted, don Víctor, que estoy esperanzado en ganarlos.
Don Víctor: ¿Y exactamente en qué consiste el concurso?
Don Hugo: Se trata de elaborar un test de inteligencia, absolutamente original e inédito. Tengo yo pergeñado uno, basado en las relaciones de parentesco, en que el sujeto experimental, aplicando la deducción lógico-racional, vaya superando distintos grados de complejidad.
Don Víctor: Póngame usted un ejemplo, don Hugo, que sigo a oscuras…
Don Hugo: Mi tío carnal, viudo, se casa con su sobrina, que es mi hermana, y tienen un hijo. ¿Qué es este niño para mí?
Don Víctor: ¡Qué fácil! Sobrino y primo a la vez.
Don Hugo: Muy bien, don Víctor. Ha pasado el primer nivel. Ahora: mi bisabuela materna, viuda también, desposa a su nieto, que es mi padre. Y tienen un hijo…
Don Víctor: Pero qué novela me está contando usted, don Hugo… ¿acaso una del marqués de Sade?
Don Hugo: Le ruego no atienda usted a las implicaciones socio-morales, sino que se centre en lo exclusivamente lógico. Los tests de inteligencia no dejan de ser juegos…
Don Víctor: Pare usted, don Hugo, ¡que esto es peligrosísimo!
Don Hugo: Insisto, don Víctor, en que no se me escandalice. Esto no es más que un supuesto meramente intelectivo.
Don Víctor: ¡Precisamente! ¿No sabe usted que a propósito de los intrincados derechos sucesorios de los ducados de Schleswig y Holstein, hubo un experto genealogista que, intentando deshacer aquella madeja, perdió la razón?
Don Hugo: ¡Un accidente!… Allí estaba Bismarck para cortar con su sable aquel nudo gordiano.
Don Víctor: O sea que taló el tronco de aquel viejo árbol genealógico, sin preocuparse de las inextricables raíces heráldicas que lo sustentaban, ¿verdad?
Don Hugo: Justamente: los ducados anexionados y ¡basta ya de pamplinas!
Don Víctor: Entonces, según su test… ¿qué nivel de inteligencia alcanzó Bismarck?

De las Musas a las brujas

Don Víctor: Este Mengs sabe tanto que sabe lo consabido.
Don Hugo: Su Parnaso, de tan perfecto, resulta insípido… ¡Cuánto mejor no se ocupó de estas cosas el Ticiano!
Don Víctor: Las normas que predica el tedesco, le atenazaron. Teoriza tan escrupulosa y obsesivamente que ¡cómo contradecirse a sí mismo!
Don Hugo: Qué fácilmente se desliza desde el decoro al exceso de pudor y de ahí a la gazmoñería…
Don Víctor: A mí llega a sacarme de mis casillas. ¿No le parece, don Hugo, que le hubiera convenido un buen susto?
Don Hugo: ¿Qué le parecería quitarle a este Apolo tan merengue esas Musas tan atildadas y trasladarlo, como Mefistófeles al doctor, en medio de un aquelarre goyesco?
Don Víctor: ¡Vaya un patatús que le hubiera dado al buen don Anton Raphael!
Don Hugo: La verdad es que, con esto del aquelarre, le hemos plantado al pobre en sus antípodas… Y en cuanto a Goya, ¿no cree usted, don Víctor, que la falta de formación académica favoreció su temeridad?
Don Víctor: En el atrevimiento funda sus mayores logros.
Don Hugo: Lo que dice Leonardo: «Quien dispute alegando autoridad, no muestra genio, sino memoria».
Don Víctor: Todo eso es cierto, don Hugo, pero ¡vaya unos buenos revolcones que no le acarreó a don Francisco ese mismo arrojo!
Don Hugo: Lo que usted y yo tenemos ya dicho, que era muy irregular.
Don Víctor: De haber nacido en nuestra época, hubiera sido del Aleti.
Don Hugo: Merengue, ¡imposible!

El vagabundo y la estrella

Don Hugo: A mí, en su momento, me gustó, pero ahora que por fin me la encontraron los chavales en el youtube, la verdad… ¡me ha defraudado!
Don Víctor: Hombre, don Hugo, le concedo que no es «Gayarre», pero yo, qué quiere que le diga, he disfrutado.
Don Hugo: Cómo puede usted afirmar tal cosa, don Víctor, con lo buen aficionado al cine que es usted…
Don Víctor: A mí me pasa como cuando vino el amigo Antonio Fava, con aquello tan bonito de las máscaras, que le llevé al pobre a un bar frente a la sala de conferencias y no vea usted el café que nos atizaron.
Don Hugo: Me lo imagino.
Don Víctor: Yo me disculpaba con el maestro, contraponiéndolo a aquéllos tan buenos que sirven en Italia…
Don Hugo: Qué vergüenza, qué vergüenza…
Don Víctor: … pero ya sabe cómo es él. Me contestó, sonriendo: «Ma è caffè…»
Don Hugo: Pues yo no sé qué café le habrán dado a usted. don Víctor, pero lo que sí sé es que su amor por la ópera le lleva a justificar una mala película.
Don Víctor: Si no le falta a usted razón…
Don Hugo: Es tontorrona, es fácil, es falsa, es cursi, es…
Don Víctor: … ma è Kraus!

Don de lenguas

Don Hugo: No tiene desperdicio, don Víctor. Lea usted.
Don Víctor: «Open of 9 pm at 3 am». Genuina cita de Shakespeare. ¡Qué daño hace verlo impreso! ¿Cómo es posible?
Don Hugo: Parece que nunca llegaremos a sacudirnos esta maldición hispánica de hablar tan mal idiomas.
Don Víctor: España es el anti-Pentecostés. ¡Qué bárbaros!
Don Hugo: ¿Por qué cree usted, si no, don Víctor, que Cristo se fue a otra parte a buscar sus apóstoles? Porque aquí… echar demonios fuera y tomar serpientes en la mano, los primeros… ahora hablar idiomas… ¡vamos, ni con el espíritu Santo sobrevolándonos ni con lenguas de fuego sobre nuestras cabezas!
Don Víctor: ¿No se deberá esta mengua nuestra a la autarquía franquista?
Don Hugo: En alguna medida sí pues la célebre Junta de Ampliación de Estudios de los años treinta, que enviaba estudiantes al extranjero, dejó de operar.
Don Víctor: Aunque bien mirada, la cosa venía de más atrás. Cuando la Revolución Francesa, la Corona interrumpe la llegada de libros forasteros.
Don Hugo: Ya puestos, remontémonos a Felipe II que prohibió a nuestros estudiantes frecuentar las universidades europeas para no emponzoñarse de herejías.
Don Víctor: Pero es que además España era entonces una gran potencia y tocaba a los otros aprender español. ¿O es que acaso los ingleses saben idiomas?
Don Hugo: Lleva usted razón y parece que eso mismo vuelve ahora con la importancia de lo hispanoamericano.
Don Víctor: Yo creo además, don Hugo, que es que físicamente tenemos más dificultad que otros por lo reducido de nuestro sistema fónico. A cuántos sonidos no permaneceremos sordos, condenados a tropezar una y otra vez.
Don Hugo: A mí me parece, don Víctor, que la causa principal, actualmente, es de índole psicológica.
Don Víctor: ¡Acabáramos, don Hugo!
Don Hugo: Creo recordar que Menéndez Pidal atribuye al español una pudorosa hidalguía, temerosa siempre de ponerse en evidencia….
Don Víctor: Y yo añadiría a esa supuesta hidalguía la indudable villanía de acechar la menor ocasión para hacer escarnio del prójimo… pero a todo esto, don Hugo, ¿qué le ofrecen en esa octavilla tan bien redactada?
Don Hugo: Hablarán muy mal idiomas, don Víctor, pero en mí han visto un chaval… ¡Es propaganda de un bar de alterne!

La prueba de su existencia

Don Víctor: ¡Pues yo le digo a usted que esto no existe!…
Don Hugo: Usted dirá misa si quiere en el Altar Mayor del Pilar, don Víctor, pero yo aquí veo y palpo un desperfecto, que el Ayuntamiento debiera haber restaurado hace tiempo.
Don Víctor: ¡Qué más querrían los “genios” que han inventado eso del Bachi-Bac!
Don Hugo: ¿El cachivache?
Don Víctor: Bachillerato y Baccalauréat, válido en Francia y en España… lo que estudia mi nieta Lucía.
Don Hugo: Ah, pues qué interesante… saber a la vez de dos países que tienen tanto en común…
Don Víctor: Ha puesto usted el dedo en la llaga, don Hugo, porque al parecer se les antoja demasiado y han eliminado por casualidad un episodio común, sin apenas importancia, como es la Guerra de la Independencia.
Don Hugo: ¿Qué me dice usted?… Y entonces, ¿Napoleón?
Don Víctor: Se prescinde de él, tal vez en aras de un mejor entendimiento entre ambos pueblos.
Don Hugo: ¡Si es el enemigo íntimo favorito de los españoles!… Si hasta le nombraba mi tata, analfabeta… que me veía apurado, pues me espetaba: “Vísteme despacio, Napoleón, que tengo prisa”.
Don Víctor: Y a Almanzor, ¿lo conocía también?
Don Hugo: ¡Ya lo creo!… que yo hacía una trastada, entonces ella me amenazaba: “Mira, Huguito, que… “Almanzor / perdió el tambor / en Calatañazor / en el año mil dos”…

Don Víctor: Ya veo, don Hugo, de dónde le viene a usted ese rigor con las fechas.

Don Hugo: Bueno, no exagere usted, don Víctor.
Don Víctor: Cuánto calaron aquellos dos personajes en nuestro folklore y en el inconsciente colectivo.
Don Hugo: Y ahora, ¿pretenden que no los conozcan ni los bachilleres ni su mismísimo padre? Como en “Bohemios”, don Víctor, a propósito de ese personaje metomentodo, papá Girard, acabaremos por preguntarnos que “quién es ese señor”, a quien “ni su madre le conoce, aunque fue quien le alumbró”.
Don Víctor: El caso es desfigurar la historia a nuestro antojo y conveniencia, reduciendo al ciudadano a la ignorancia.
Don Hugo: Sí, sí, don Víctor, pero vamos a cuentas: al final, ¿qué diantres es este agujero?
Don Víctor: ¡Un cañonazo de Napoleón!
Don Hugo: ¡La prueba de su existencia!

febrero 2013

Pierrot lunar

Don Hugo: Usted dígame si me equivoco, don Víctor, pero esto, que yo sepa, no lo he visto ni en Roma ni en París…
Don Víctor: Lleva usted más razón que un santo. Allí uno se siente rejuvenecer encontrándose aquellos comercios tradicionales, que aquí están en trance de extinción.
Don Hugo: Acá, concretamente, había unos ultramarinos que eran una gloria. Había todo tipo de comestibles, latas y botillería.
Don Víctor: Siempre le fiaban a uno… preparaban bocadillos si se terciaba… y nunca faltaba el detalle para el niño.
Don Hugo: ¡Y qué olor tan hogareño!
Don Víctor: Como que las calles parecían una prolongación de la casa, tan hospitalarias, con aquellas tiendas abiertas, iluminadas cuando anochecía…
Don Hugo: En las calles de Madrid, la noche llegaba más tarde que en ninguna otra parte.
Don Víctor: Y en cambio, ¡estos escaparates!… desordenados, polvorientos, exhibiendo unos productos ínfimos…
Don Hugo: ¡Sí, como de casa de orates!
Don Víctor: Y por dentro ¡incluso peor! Qué frío en invierno, qué desangelado siempre, qué media luz tan triste, qué hastío, qué tedio vital…
Don Hugo: Si parecen el “Pierrot lunar” del depresivo Schoenberg…
Don Víctor: Pues todo esto, ¡en nombre de la Libertad!… ya ve usted. Libertad de horarios…
Don Hugo:… aunque nos carguemos el descanso familiar del pequeño comerciante…
Don Víctor: … exención de impuestos a la gran potencia emergente…
Don Hugo: … compensada por la rigurosa exigencia tributaria para con el contribuyente…
Don Víctor: … apertura del mercado chino a nuestras grandes empresas y bancos…
Don Hugo: … aunque para ello reduzcamos nuestros sonrientes barrios a la condición de suburbios degradados…
Don Víctor: Sí, pero concédame usted, don Hugo, que las grandes fortunas se verán beneficiadas…
Don Hugo: ¡No faltaría más!… pero para semejante viaje, don Víctor, no hacían falta alforjas.

febrero 2013

El trueno

Don Víctor: Don Hugo, no se me acelere usted, que vamos a tener un disgusto cuando acabemos en el suelo.
Don Hugo: Es verdad, no ve uno ni dónde pisa.
Don Víctor: ¡Si es que no están encendidos ni la mitad de los faroles!
Don Hugo: Como en “La verbena de la Paloma”…
Don Víctor (cantando): “Tres faroles tenía
esta calle, no más,
pues dos han suprimido…
que es bastante.”

Don Hugo: De verdad, don Víctor, que se le cae a uno la cara de vergüenza que con lo que ha progresado el país en los últimos cien años y con la de dinero que se ha derrochado… ¡que nos veamos en éstas!

Don Víctor: Dirá usted más bien que “no nos veamos”… Tenga usted cuidado que aquí hay un vado.

Don Hugo: Lo peor es lo que aquel sereno dice después…

Don Víctor: “¡Va, va!…¡Voy alláaaaa!”

Don Hugo: No, hombre, no, don Víctor. Lo de “El trueno será gordo…”

Don Víctor: “… ¡pero muy gordo!”

febrero 2013

El oráculo del estraperlo

Don Hugo: Aquí la tengo, en este tomo: la cara dura de don Alejandro Lerroux.
Don Víctor: Desde luego, don Hugo, esta colección del “Mundo Gráfico” que tiene usted encuadernada, es una mina.
Don Hugo: A lo que iba, don Víctor; anoche, según leía lo de Bárcenas, afloró a mi inconsciente, como por ensalmo, aquella musiquilla que había olvidado por completo…
“Serás más que Rothschild,
me dijo a mí Strauss…

Don Víctor: … y yo le creí.
Mal tiro le peguen…
Don Hugo y don Víctor (cantando): Cómo estoy pagando
To lo que robé…”
¡Ja, ja, ja!…

Don Hugo: ¡Usted también se la sabía, don Víctor! Claro, es que aquello sí que fue sonado: ¡el estraperlo!
Don Víctor: Sí, antes al menos caían los gobiernos y todo…
Don Hugo: … cuando la verdad es que lo de ahora no le va a la zaga…
Don Víctor: … y lo que nos queda por ver aún, ahora que se está montando este Rastro de pestilencias…
Don Hugo: Y yo, la verdad es que, sin querer hacer ningún juicio moral ni tomar partido por nadie, me remito a lo que mi subconsciente sentencia.
Don Víctor: Desde que lee usted tanto libro de psicología, don Hugo, es que, ¡vamos!, su inconsciente se ha convertido en el oráculo.

febrero 2013

Monumentos

Don Hugo: Se ve que nuestra Ley de Memoria Histórica no alcanza a Ferrara. ¡Un monumento a Savonarola!…

Don Víctor: ¡Iluminado y todo!… Nunca le perdonaré que de Botticelli me hiciera un meapilas… ¿Le parece que organicemos una colecta popular para hacer lo propio con nuestro buen Torquemada, en Valladolid?

Don Hugo: Savonarola, Torquemada, Cromwell… todos cortados por el mismo patrón: odio neurótico al placer, y no sólo carnal; la vida entendida exclusivamente como penitencia y, como consecuencia de todo ello, aniquilación del arte: ni teatro, ni danza, ni pintura, ni poesía, ni música…

Don Víctor: Y siempre da lo mismo el pretexto, don Hugo, ya sea una visión escatológica de la vida según la confesión religiosa, ya sea el monolitismo político-teológico que combate infieles y herejes, ya sean los derechos del parlamentarismo frente al Trono…

Don Hugo: Tiranos en todos los casos, don Víctor. No hay más que ver la resaca que sucede cuando desaparecen: las fuerzas vitales, por mucho que se repriman, nunca se extinguen y aprovechan el mínimo resquicio para manifestarse aún más exacerbadas como efecto precisamente de esa constricción forzada: un desaforado carnaval que todo lo anega con su más zafio libertinaje.

Don  Víctor: Es lo que ocurrió tras la muerte de Luis XIV y también tras la de Robespierre: Sodoma y Gomorra… es decir ¡París!

Don Hugo: Si ya lo dice Víctor Hugo en “Noventa y tres”: “Tras el 9 Thermidor, París fue alegre, de una alegría extraviada. Al frenesí de morir sucedió el frenesí de vivir y la grandeza se eclipsó… a la par que la lascivia, los bribones reaparecieron”.

Don Víctor: Tengo una propuesta mejor, ¡la de Wamba!, el anarquista de la zarzuela “El bateo”, del maestro Chueca.

Don Hugo y don Víctor (cantando): “Haremos de carne humana la estatua de Robespierre / Para que sirva de ejemplo el mártir aquel”.