Duelos y quebrantos

Don Hugo: ¿Cómo son las cosas, don Víctor! La semana pasada, estábamos usted y yo en la residencia del embajador de Francia, intentando identificar a Velázquez entre aquellos cortesanos reunidos en la Isla de los Faisanes….
Don Víctor: ¡Es verdad, don Hugo!… y hoy, ¡la otra cara de la moneda!, en estas salas de la armería del Palacio Real. Aquí se enseñan los dientes y allí todo eran zalemas, protestas de amistad y palabras de buen comedimiento.
Don Hugo: Sí, don Víctor, en los salones de palacio se despliega la diplomacia, pero afuera aguardan varias compañías de mercenarios.
Don Víctor: El taimado cardenal frente al tonitronante condotiero.
Don Hugo: Viendo esos admirables estoques italianos, me he acordado de cómo definió Larra la esgrima: “el arte de tener siempre razón”.
Don Víctor: Pues qué son las batallas, según Víctor Hugo… ¡matanzas autorizadas!
Don Hugo: Doble moral, don Víctor, desengáñese usted… Si un soldado mata a alguien en una reyerta de taberna, será reo de muerte, pero como los diplomáticos se cansen de que sus negociaciones queden en tablas y sin acuerdo, el Príncipe decretará, en consecuencia, la declaración de guerra…
Don Víctor: ¡Un duelo entre príncipes!
Don Hugo: … y quizás entonces aquel mismo soldado mate a mil y ¡sea condecorado!
Don Hugo: ¡Eso cuando no le otorguen la bengala de general!

Un comentario en “Duelos y quebrantos

  1. Me viene a mientes la obrita de Schopenhauer «El arte de tener siempre razón» en la que inserta «El dardo en la palabra» como remedo de sables, espadas y floretes. Recomiendo ambas lecturas, digo ambas porque también me refiero a la de Fernando Lázaro Carreter que incluyo entre comillas (este espacio no permite la letra cursiva, a ver si mejoramos esto, ehmmm).
    No me cansaré de leeros y felicitaros por esta magnífica página.

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