
Don Víctor: Pero, don Hugo, ¿qué es esto de que hoy no quiera usted hablar de nada cultural?, ¿qué mosca le ha picado?
Don Hugo: Nada, no me hable usted, don Víctor… si le parece, hoy, nos quedamos callados.
Don Víctor: Es que precisamente quería contarle que leí ayer en Le Figaro un artículo de Bernard-Henri Lévy y…
Don Hugo: ¡Que le he dicho que no me hable, hombre!
Don Víctor: De acuerdo, don Hugo, como usted desee. Paseemos sin hablar.
Don Hugo: Escuche, don Víctor: me he encontrado en la sección de cultura del ABC un artículo firmado por Pérez Reverte donde exalta la figura de un graffitero compañero suyo de correrías, que dedicó su existencia a ensuciar los trenes y los vagones del metro, no sólo de Madrid, sino del mundo entero, afrontando intrépidamente los riesgos que tal hazaña entraña.
Don Víctor: Comprendo… ¡la nueva épica de lo cutre y lo incívico que tanto degrada el paisaje urbano y cuyo remedio tanto dinero nos cuesta a todos!
Don Hugo: ¡Todo sea por el Arte! ¿No le gustan tanto los graffitis del Veronese en Villa Barbaro, o aquel de Simone Martini en Montefalco, o los de Luca Signorelli en Orvieto?… ¡Pues eso, ahora aguántese usted, que es lo que nos toca hoy en día!
Don Víctor: A mí, don Hugo, lo que realmente me revuelve es que todo un señor académico de la Lengua, amén de creador y vendedor de los mayores best-sellers de la literatura española, bien entrado en años, muy baqueteado como corresponsal de guerra, y al cabo tan estudioso y tan leído, se preste, a estas alturas, a participar de tamañas gamberradas propias de adolescentes fascistoides…
Don Hugo: … caracterizadas por la ostentación de la falta de respeto… Indudablemente, hay al menos dos móviles en el chocante postureo de don Arturo. Por un lado, el inconsciente…
Don Víctor: ¡Atiza, ya salió aquello!…
Don Hugo: … el inconsciente rechazo a la molesta realidad de la edad machucha, que le lleva a adoptar unas impostadas conductas miméticas del joven airado.
Don Víctor: ¡Un disfraz!
Don Hugo: Por otro lado, cabe considerar el móvil bien consciente y calculado del mercader que se construye un personaje bronco y pendenciero para que, en estos tiempos tan zafios que vivimos, llegue a vender sus libros como rosquillas.
Don Víctor: Entonces, ¿Cómo Dalí?
Don Hugo: Las obras de arte del graffitero David no llegan a ser tan buenas como las del ampurdanés, y, por otra parte, la astucia comercial de este último se envolvía de una sorna genial, cuando Pérez Reverte, por el contrario, parece desconocer el sentido del humor. Si allí hay parodia, aquí sólo violencia.