
Don Víctor: Y de los urólogos, ¿qué dice?
Don Hugo: Los llama fontaneros distinguidos.
Don Víctor: ¿Y a los neurólogos?
Don Hugo: Electricistas distinguidos.
Don Víctor: ¿Los internistas?
Don Hugo: Zahoríes distinguidos.
Don Víctor: ¿El microbiólogo?
Don Hugo: Domador de pulgas distinguido.
Don Víctor: ¿Y los de digestivo?
Don Hugo: Poceros distinguidos.
Don Víctor: ¿Y un cirujano como él?
Don Hugo: Ah no, eso es muy distinto, don Víctor. Él es todo un demiurgo. Cuando opera, conoce que de él escapan poderes…
Don Víctor: Sí, como cuando la hemorroísa toca la orla del manto de Cristo…
Don Hugo: Fíjese usted en lo que dijo, tras haber operado a mi cuñado. La operación, según él, era una auténtica obra de arte, tanto que «si se muere, es que es idiota».
Don Víctor: ¿Y dígame, don Hugo, todavía sigue operando este famoso Planes-Bellmunt?
Don Hugo: Ya no… tuvo que jubilarse… pero sigue igual, obrando prodigios desde su retiro de Port-Lligat.
Don Víctor: No me diga usted que ahora se dedica a crear instalaciones de arte contemporáneo…
Don Hugo: ¡Mejor todavía! Con esas manos y ese talento que Dios le ha dado, está enteramente consagrado a la taxidermia. Últimamente se ha especializado en la disección de urogallos. Tal es el realce y la vitalidad que sabe imprimirles, que ha de guardarlos en jaulas y pajareras pues, de lo contrario, se le escapan todos volando por la ventana.
Don Víctor: ¡Atiza!