
Don Hugo: Imagino que ya lo habrá dicho más de uno, pero estas cruces cuadrifrontes de Gaudí, que siguen teniendo silueta de cruz, las mire uno desde donde las mire, inspirarían el hipercubo donde Dalí crucifica al Cristo de San Juan de la Cruz.
Don Víctor: Considere usted, don Hugo, que para Dalí el hipercubo sería expresión no sólo de la cuarta dimensión sino de la propia eternidad.
Don Hugo: ¿Quiere usted decir, don Víctor, que intentaba con ello aunar la Revelación y la ciencia?
Don Víctor: ¡La concordatio que creyeron posible los maestros italianos del Renacimiento!
Don Hugo: Cuánto se apartaba y cuánto no era más esforzado el sendero de Dalí que el deambular errático de sus coetáneos, tan narcisistas unos, otros tan mecanicistas y los más, tan pueriles… ¿Pero, entonces, don Víctor, para usted Dalí se interesaba seriamente por la ciencia?
Don Víctor: Por la ciencia de su época: por la espiral del ADN, por la estructura atómica de la materia, por el inconsciente…
Don Hugo: Entonces… lo mismo que Brunelleschi, que Alberti, que Leonardo, con la anatomía y fisiología, la óptica, la perspectiva y la geometría…
Don Víctor: Yo llamaría a Dalí «pre-rafaelita científico».
Don Hugo: El caso es que esta cruz de Gaudí se me antoja temblona como un flan y su base, un soufflé a punto de desinflarse.
Don Víctor: Vamos, don Hugo, no me irá usted a salir ahora con aquello que decía Franco de Gaudí: «Hace que la piedra parezca blanda».