
Don Hugo: Mire que a veces nos hemos enfadado con Goya, pero aquí tiene usted el primer Guernica, anterior incluso a “Las matanzas de Quíos”, de Delacroix.
Don Víctor: Es verdad, y no sólo por el tema, sino sobre todo por la forma… Ya querría el Guernica haber dado lugar a tantas secuelas…
Don Hugo: Hombre, don Víctor, ese tenebrismo… más me parece que mire hacia atrás que hacia adelante… tal vez Rembrandt…
Don Víctor: Sí, pero ese lenguaje elemental, esa tosquedad, ese trazo grueso, casi un brochazo, ¡cuánto han influido en el discurso simple y directo, contundente y hasta zafio, del Arte contemporáneo!
Don Hugo: Lo que sí que es un hallazgo es ese fusilado en aspa, iluminado por el fanal, que es trasunto de Cristo.
Don Víctor: Si recuerda usted el Crucificado para la Academia, verá que está tomado desde el mismo ángulo y con la misma postura… Lo esboza de memoria sobre la base de aquella imagen.
Don Hugo: ¡Pero, don Víctor, si a su izquierda tenemos las ciegas fuerzas del Mal, sin rostro, vomitando fuego, y a la derecha los mártires a los que aguarda la Jerusalén Celestial, que se adivina sobre el horizonte, más allá del Gólgota!…
Don Víctor: Claro, ¡la colina del Príncipe Pío!… ¿Sabe lo que le digo, don Hugo…? Que éste es el mejor cuadro religioso de don Francisco.
Don Hugo: ¡Y, dentro de ese género, el único bueno que hizo!… ¡De rodillas, don Víctor!