Piojos

Don Víctor: ¿Será cierto lo que Galdós pone en boca de Cabrera, que si quería eliminar a media España, era sólo por suscitar el miedo suficiente en la otra media para poder gobernar?

Don Hugo: ¡Quién sabe, don Víctor!… Sonesas cosas que dicen los salvapatrias.

Don Víctor: Parece mentira, don Hugo, que todavía no se haya superado la vieja oposición entre campo y ciudad. Es lo que se contaba en mi familia, que en el campo todos eran carlistas y Pamplona, en cambio, liberal.

Don Hugo: ¡La levítica Pamplona!, que diría Baroja… pues ¡cómo serían entonces los de la Cuenca!

Don Víctor: Fíjese lo que decía mi abuelo a propósito del diario “El pensamiento navarro”: que era una contradicción, pues o era pensamiento o era navarro… ¿Sabe que luego ha habido quien se lo atribuyó a Baroja?

Don Hugo: Es lo que cuenta Víctor Hugo a propósito de la Vendée: “En las ciudades se es francés y en los pueblos se es bretón”.

Don Víctor: ¡Y qué bonito es, desde el extranjero, simpatizar con los ingenuos lugareños, esos buenos salvajes rousseaunianos!

Don Hugo: “… que hablan una lengua muerte, lo cual es una tumba para su pensamiento, devotos del altar y también de la alta piedra misteriosa… queriendo con unción a sus reyes, a sus señores, a sus curas y a sus piojos”.

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