
Don Hugo: ¡Déjese usted, don Víctor, de pretendidos naturalismos! Más naturalista que Zola o que los Goncourt no hay nadie y, sin embargo, incluso cuando penetran en los ambientes más sórdidos, ¡cuánta más profundidad y cuánta trascendencia!
Don Víctor: Como que el Arte no es la realidad. Está en un nivel diferente y superior. Ha de estilizar, ha de depurar, ha de elaborar, ha de poner en pie toda una forma reconocible y reveladora.
Don Hugo: A mí me desagradan enormemente tantas películas actuales, que no se diferencian en nada de esos reportajes de la tele donde hacen hablar a gente anónima de los problemas de su barrio y se les entiende tan mal que tienen que ponerles subtítulos.
Don Víctor: Más que la dicción o la gramática… ¡lo que les falla a los pobres que están intentando explicarse, es el pensamiento!
Don Hugo: Ahí entra el artista, en este caso el cineasta… ¡Aquellos directores neorrealistas erigiéndose en intérpretes de las tribulaciones humanas, les daban forma estética, provistos de una visión de conjunto y de unos objetivos claros, conscientes además de los medios para alcanzarlos y de los obstáculos que hay que vencer…!
Don Víctor: Me pregunto yo, don Hugo, si no sería mayo del 68 el detonante de esta deriva… Las películas de antes, nos gustaban casi todas…
Don Hugo: Dolores opina lo mismo y lo tiene bien claro: ¡Iban todos muy bien vestidos!