El canon atlético

Don Hugo: ¿Recuerda usted, don Víctor, lo bien que lo pasaron las señoras en aquella “descente de la Dordogne”?

Don Víctor: Sí, qué bien se les daba remar. ¡Y yo me sentía como nunca!, ¡qué viaje tan tonificante, qué acampadas y qué restaurantes maravillosos!

Don Hugo: Ha sido de los mejores, como para una de esas poesías de Rubens, tan sensuales.

Don Víctor: Allí estábamos de remeros. ¿No decía él que los cuatro físicos más bellos en su época eran los luchadores, los porteadores, los bailarines y los remeros?

Don Hugo: Claro, se trata de aquellos oficios que trabajan tanto el tren superior como el inferior y, por tanto, se volvían escultóricos, clásicos, y dignos de ser pintados.

Don Víctor: Hoy en día, don Hugo, ¿qué barqueros ni porteadores quedan?

Don Hugo: Han sido sustituidos por remeros olímpicos y halterófilos.

Don Víctor: En cambio, siempre ha habido luchadores y bailarines, que viven de la exhibición corporal.

Don Hugo: Siempre sostuve que el deporte vino a colmar la carencia estética que generó la Revolución Industrial.

Don Víctor: Yo aún me animaría a que volviéramos a ejercer de remeros. ¿Qué le parecería una travesía con las señoras desde el puerto de Ibiza al de San Francisco de Formentera?… un día en que no haya olas, claro está.

Deja un comentario