
Don Víctor: Yo soy el lobo y usted el cordero, don Hugo.
Don Hugo: Pero, don Víctor, ¿tanta hambre le ha despertado la caminata que quiere usted canibalizarme? Mire que por aquí se ve un ganado muy bueno.
Don Víctor: No, me refiero a que usted está en aval y yo estoy en amont de este Sena.
Don Hugo: ¿Y qué quiere usted decir con eso de que yo esté aguas abajo y usted aguas arriba?
Don Víctor: Una tontería. Que pase lo que pase, el lobo siempre se comerá al cordero por alguna buena razón.
Don Hugo: Mire usted, don Víctor, que el agua corre hacia nuestra izquierda y que, por más que bebamos del mismo río, nunca se la enturbiaré con mis babas.
Don Víctor: Sí, pero usted me calumnió el año pasado.
Don Hugo: Mire usted, señor Lobo, que soy un corderito lechal y que el año pasado no había nacido aún.
Don Víctor: Pues, entonces, habrá sido tu hermano.
Don Hugo: ¡Si soy hijo único!
Don Víctor: Da igual. El caso es que tus pastores y tus mastines de la OTAN no hacéis más que hostigarme y tengo que tomar venganza, y te voy a meter un bocado que te vas a enterar, ¡como a Zelenski!
Don Hugo: ¡Ni que hubiera empezado yo la guerra!
Don Víctor: ¿Es que no ha oído usted a Trump? ¡”No tienes buenas cartas”!
Don Hugo: Ay, olvidaba lo que nos enseña La Fontaine, que “la razón del más fuerte es siempre la mejor”.