Conjuros de hoy

Don Hugo: Para mí, don Víctor, la cosa está bien clara. El teatro contemporáneo es un ejercicio de exposición conductista ante el estímulo aversivo: en lugar de evitarlo, me planto ante él y aguanto como un jabato el aumento de mi ansiedad, hasta que ésta ceda y pueda ya neutralizar ese temor.
Don Víctor: Pues en mi caso, don Hugo, le confieso que mi ansiedad no cesa de crecer y eso que llevamos vistas recientemente ocho obras de vanguardia.
Don Hugo: Un poco de paciencia que ya le irá remitiendo esa angustia.
Don Víctor: Pero, don Hugo, ¿hasta cuántas habremos de sufrir?… porque tengo la impresión de que no llegamos a ver ninguna luz. ¡Si es que ni siquiera vislumbro el mínimo lenitivo!… Todo es crudo, desesperanzador, cruel.
Don Hugo: La verdad es que también a mí me va pareciendo que la abolición de la práctica aristotélica, con su catarsis, nos mete de lleno en un infierno insondable y sin retorno.
Don Víctor: Yo le conjuro a usted, don Hugo, por todo lo que usted ama, que desoigamos este imperativo fáustico de seguir adelante, en espera de tiempos mejores.
Don Hugo: A propósito de conjuros, el texto contemporáneo evoca, convoca e invita a todas las fuerzas negativas a instalarse permanentemente en nuestras vidas para formular la sentencia firme de que no hay esperanza ultraterrena ni de que tampoco cabe la utopía.
Don Víctor: ¡Ni trascendencia y ni siquiera inmanencia!
Don Hugo: Hemos desterrado a Dios para poder condenarnos nosotros mismos al Infierno.
Don Víctor: ¡Atiza, ni el propio Satanás llegó nunca a tanta soberbia!

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