
Don Víctor: Pero, don Hugo, ¡parece que la haya tomado usted con los turcos!
Don Hugo: Es que fíjese usted si no será sorprendente que en un país tan grande, de la noche a la mañana, se pase de escribir en caracteres arábigos a hacerlo en caracteres latinos, a una orden del señor Kemal.
Don Víctor: Pues es verdad,¡ con el tiempo que nos está llevando aquí adecuar el ancho de vía al europeo, que parece cosa bastante más fácil!
Don Hugo: Calle, calle, don Víctor, que cómo hemos quedado con esos trenes que no caben por los túneles.
Don Víctor: ¿Y qué me dice usted de nuestra parsimonia para ajustar nuestra hora oficial al huso que nos corresponde?
Don Hugo: También me maravilla cómo los suecos pasan de un día para otro, de conducir por la izquierda…
Don Víctor: Sí, cuánto no disfrutaríamos circulando por la izquierda en aquel viaje del 62, con las señoras.
Don Hugo: …a hacerlo por la derecha. Se ve que entonces todavía no había rotondas.
Don Víctor: Admirable lo de los turcos, cómo no, pero reconozca que ante otras reformas remolonearon lo suyo: acuérdese de las campesinas de la Anatolia, cómo, so pretexto de guarecerse del inclemente Sol y de los fríos mesetarios, volvieron a ocultar su cabello bajo un pañolín y a hurtar su figura dentro de un abrigo talar.
Don Hugo: Amigo Mustafá: hecha la ley, hecha la trampa.