
Don Víctor: Don Hugo, ¿cómo lleva usted esa charla sobre las raíces shakesperianas de “La Verbena de la Paloma”?
Don Hugo: ¡Increíble, don Víctor! Permítame usted que me guarde las revelaciones más importantes. De momento, tan sólo le mostraré un par de perlas, con la condición de que no desvele usted nada a nadie, ni siquiera a Julita.
Don Víctor: Cuente con mi discreción, pero, en todo caso, ya sabe usted que, como de costumbre, he avisado a la prensa cultural.
Don Hugo: Eso está muy bien, pero que aguarden también. Ahí va la primera noticia… pero antes recuérdeme usted aquello del tabernero…
Don Víctor: Sí, el marido de la señá Rita.
Don Hugo: ¡Ése!… cuando después de la trifulca desencadenada por los celos de Julián, deshace la aglomeración, imponiéndose al sereno y su pito…
Don Víctor (cantando:) Ustedes por aquí,
Don Hugo y don Víctor (cantando:) Vosotros por allá. / NI usté aquí toca el pito / Ni usté aquí toca na.
Don Hugo: Pues bien, escuche usted, don Víctor, cuanto dice don Adriano de Armado para dar fin a “Trabajos de amor perdidos”: “Las palabras de Mercurio resultan ásperas tras las canciones de Apolo: “Ustedes, por aquí, y nosotros, por allá”
Don Víctor: ¡Formidable!
Don Hugo: Y ya sólo una más: ¿qué se dice don Hilarión acerca del cariño de Susana y Casta?
Don Víctor (cantando:) Y es que las dos, / Y es que las dos / Se deshacen por verme contento …
Don Hugo y don Víctor (cantando:) …Esperando que llegue el momento / En que yo les diga / Cuál de las dos me gusta más.
Don Víctor: ¿Y qué puede aportar Shakespeare ante eso?
Don Hugo: “A ambas hermanas he jurado amor. Cada una celosa de la otra. ¿Cuál de las dos escogeré? ¿Ambas? ¿Una o ninguna?
Don Víctor: ¡Atiza! Déjeme que lo adivine. Se trata de “Los dos hidalgos de Verona” y quien habla es Proteo, enamorado recientemente de Silvia, pero comprometido previamente a Julia.
Don Hugo: Podría ser, quizás, pero se trata en realidad de Edmundo el Bastardo en “El rey Lear”.
Don Víctor: Le voy a pedir un favor demasiado grande, don Hugo, y le juro a usted por todos los santos que no lo revelaré ni al confesor en trance de muerte, pero dígame usted: ¿Cuál va a ser la conclusión de semejante diluvio de concordancias?
Don Hugo: ¡Doscientas treinta de momento!… pero la conclusión es (muy bajito y al oído): que la Verbena de la Paloma está toda ella en Shakespeare.