Cuestión de ladrillos

Don Hugo: Me hace el efecto de encontrarme incrustado en una de esas preciosas taraceas del Colegio del Cambio en Perugia.

Don Víctor: Sí, como en una ciudad ideal de la escuela de Piero.

Don Hugo: En la realidad, apenas pasaron entonces de hacer alguna plaza, pero aquello ya bastaba para imprimir un carácter ciudadano a los habitantes de las emprendedoras repúblicas.

Don Víctor: Lo mismito que los romanos con sus ciudades en damero, clonadas en derredor del Mediterráneo… pero, claro, ¡ésos sí que tenían medios!

Don Hugo: Las gradas de mármol de los teatros griegos, las columnatas de sus pórticos, las divinas proporciones de sus templos identificaban y enorgullecían al ciudadano de una polis.

Don Víctor: ¿No nacieron los Estados tanto de las leyes como de la arquitectura?, ¿no edificó el ladrillo de los primeros reyes sumerios, “constructores de ciudades”, tanto la patria como el hombre civilizado, acogido a sus murallas?

Don Hugo: El urbanismo es la expresión material del Poder. Crea distancias y perspectivas, barreras, accesos, ámbitos, focos de atención, espacios de reunión, de reclusión, de trabajo, de deporte y una imagen de la propia colectividad a la que pertenece y con la que se identifica el individuo.

Don Víctor: ¡Acelere, don Hugo!… y el resto me lo cuenta en el Ave, que ése no espera.

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