
Don Víctor: Ya lo dice el refrán: “De poetas y locos, todos tenemos un poco”.
Don Hugo: Ésa es la condición humana: el hombre es un animal simbólico, dotado de imaginación, mientras que la percepción animal es meramente sensible. Por otra parte, el desarrollo de la conciencia, ausente en el animal, lleva aparejado el peligro de la locura.
Don Víctor: Uno y otro, poeta y loco, tienen acceso a lo oculto.
Don Hugo: Lo oculto es un peligroso filo por el que pocos osan transitar. Es fácil despeñarse y, en caso de volver, ¡cuántos no quedan tarados, mutilados para la vida en sociedad!
Don Víctor: Aquel antiguo trovador, fray Pacífico, ¿no hubo de acogerse a sagrado y dejar el mundo después de tanta reflexión y desvelo, él que había sido coronado con laurel “rey de los versos” en el Campidoglio?
Don Hugo: Sí, efectivamente, y más tarde fue quien profetizara que un trono aguardaba a Francisco en los Cielos.
Don Víctor: Yo aún preferiría la suerte de aquel pobre loco que movía a risa nada más asomarse a la calle. Pero que reconoció al santo en el joven Francisco.
Don Hugo: ¡Gino della Fagiola!
Don Víctor: El mismo… que no era pobre, como luego llegaron a afirmar algunos beatones, sino un ricohombre que echó a los pies del muchacho su mejor manto de merino.
Don Hugo: ¡Y luego se creen estos demagogos de ahora que son los inventores de la discriminación positiva!