La visita a la fragua

Don Víctor: ¡Qué distintas las entradas de Kraus en el escenario de La Zarzuela de aquélla a la que asistimos entre aplausos cuando estuvimos en el Metropolitan!

Don Hugo: Ya conoce usted a los americanos. ¡No hay quien los gane a simpáticos y hospitalarios cuando se ponen! Son buenos chicos, todo corazón.

Don Víctor: Recuerdo el estremecimiento que aquí sobrecogía a todo el público, hasta el punto de que nos olvidábamos de respirar.

Don Hugo: Claro, don Alfredo descendía desde el Empíreo siempre “en carácter”, transido, como Apolo en la fragua de Vulcano.

Don Víctor: Ciertamente en lo que se refiere a elegancia y resplandor, pero en cuanto al carisma… eso ya es otra cosa, don Hugo.

Don Hugo: Ya lo creo, don Víctor. Dolores y yo tampoco le hemos perdonado a Apolo que vaya corriendo chismes que mancillen la honra de una dama.

Don Víctor: ¡Quia! Kraus siempre llega como el más apuesto caballero de Van Dick a recoger tal vez el precioso estoque de manos del buen espadero maese Andrés Munenstein.

Don Hugo: Vaya montaje velazqueño que se me está ocurriendo para “El huésped del sevillano”…

Don Víctor: Y luego a algunos le parecerá muy convencional que Raquel, con su cuerpo pagano, ¡se le desmaye en los brazos!

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