Los anteojos del amor

Don Hugo: No hace falta que siga usted buscando aquello que le dije, don Víctor. Ya tengo el ejemplo que necesito.

Don Víctor: ¿Eso de cómo el amor impregna y cambia la mirada de manera que todo lo embellece?

Don Hugo: Efectivamente. No adivinaría usted el autor que mejor lo expresa.

Don Víctor: ¿Español o extranjero?

Don Hugo: No se lo digo.

Don Víctor: Jugaré pues las dos cartas a cada intento…Vamos allá: ¿Horacio o Marcial?

Don Hugo: Ni tan florido ni tan seco.

Don Víctor: ¿Gottfried de Estrasburgo o nuestro Arcipreste?

Don Hugo: Ni tan cándido ni tan cínico.

Don Víctor: ¡Vaya por Dios!… Seguiré batiendo siglos hasta dar con ello. ¿Petrarca o Garcilaso?

Don Hugo: No apunte tan arriba. Ponga los pies en el suelo.

Don Víctor: Pues no sé… ¿Shakespeare o Lope?

Don Hugo: Caliente, caliente, don Víctor… pero más moderno.

Don Víctor: Ah ya… ¿Lamartine o Bécquer?

Don Hugo: Pero, don Víctor, ¡vuelve usted a despegar! Aterrice de una vez. Y además es más moderno.

Don Víctor: ¡Ya lo tengo! O es Paul Éluard o es Lorca.

Don Hugo: Mire, don Víctor, como no lo va usted a adivinar por muchas andanadas que le permita disparar, se lo voy a citar: “Cuando siente una el picotazo del enamoramiento, se pasa chanchi…”

Don Víctor: ¡Elvira Lindo!

Don Hugo: No. “…todas las cosas del mundo, incluso las más feas, las encontramos preciosas…”

Don Víctor: ¡Rosa Montero!

Don Hugo: Tampoco. “… hasta los orinales nos parecen floreros…”

Don Víctor: ¡Almudena Grandes!

Don Hugo: Agua… Prosigo. “… y las tumbas para morir, cunas para nacer…”

Don Víctor: ¡Esta vez sí que sí: Carmen Posadas!

Don Hugo: Atienda, don Víctor, que está hablando un personaje. Puede tratarse de un autor masculino. Sigo: “… y los crepúsculos, auroras…”

Don Víctor: Pues entonces, ¡ Muñoz Molina!

Don Hugo: No. Escuche: “… y los señores que gruñen, ángeles que cantan…”

Don Víctor: ¡Millás!

Don Hugo: Tampoco. Tendré que leerle un último extracto, pero no me interrumpa y reflexione: “… la vida era maravillosa, el Sol brillaba más, la gente era menos malvada, los hombres no eran guarros”.

Don Víctor: Ni Tono, ni Mihura, ni Mingote… ¡Álvaro de Laiglesia! Y la novela se titula “Fulanita y sus menganos”.

Don Hugo: ”Te alabo, Padre, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes y las revelaste a los niños”.

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