
Don Hugo: Pero, don Víctor, ¿entonces su supuesto homenaje a Galdós, en el centenario de su muerte, va a consistir en rebatirle un párrafo de principio a fin?
Don Víctor: Qué remedio me queda, don Hugo, si ése es el resultado después de haberlo estudiado con el mayor interés y total objetividad.
Don Hugo: ¿Y usted cree que en la Casa regional canaria en Madrid les va a gustar?…
Don Víctor: “Este modo de hablar de la tierra ha nacido en Madrid de una mixtura entre el deje andaluz, puesto de moda por los soldados, y el deje aragonés, que se asimilan todos los que quieren darse aires varoniles”.
Don Hugo: Curioso sí que es… pero, dígame, ¿cuáles son sus contraargumentos?
Don Víctor: ¿Aragonés? El maño habla en legato continuo.
Don Hugo: Y, no contento, se sigue prolongando en una sílaba ascendente.
Don Víctor: En cuanto al andaluz, aspira, propende a lo gutural y envuelve sus frases en una musicalidad efusiva.
Don Hugo: Ya lo dice Manuel Machado, citando a un amigo sevillano: que los andaluces “hablamos el español sin las dificultaes propias del idioma”.
Don Víctor: Le diré, esquemáticamente, el guión de mi ponencia.
Don Hugo: ¡Empiece usted por la dicción!
Don Víctor: Bueno, don Hugo, como usted quiera. Al contrario de sus supuestas influencias, el chulo madrileño silabea siempre en staccato…
Don Hugo: Lo ha dicho usted que ni pintao, ¡vamos que ni el Julián!
Don Víctor: … acaba sus períodos bruscamente, almacena aire en sus mejillas y lleva el sonido hacia una palatalización delantera.
Don Hugo: Ciertamente, pero no tanto como el dental inglés… Ahora, ¡la pronunciación!
Don Víctor: La s por la x, eses finales añadidas a palabras en singular, como en «tasis, un tasis» o «chalés, un chalés», amén de la hiperpronunciación.
Don Hugo: ¡Clavao!… ¡Entonación!
Don Víctor: Ritmo ternario subyacente, de reminiscencia popular y, sobre todo, un uso exagerado del rubato que proporciona un rudo énfasis a su elocución.
Don Hugo: Pero ahí, don Víctor, ¡no falla Galdós! Precisamente atribuye a Fortunata un hablar arrastrado, dejoso y que prolonga ciertas vocales.
Don Víctor: Pues lleva usted razón…. y procede de la misma novela… Tomo buena nota en su descargo. Le prometo que lo revisaré todo. ¡Es usted un hacha, don Hugo!
Don Hugo: No hay para tanto, don Víctor, pero no hemos acabado… ¿Cuáles son, entonces, las verdaderas influencias?
Don Víctor: Ahí está la clave y lo más importante de todo, pero es que usted no me ha dejado empezar por donde yo quería. No se trata de influencias, sino de reacción.
Don Hugo: ¡Atiza! Ya lo tengo: ¿se trata del orgullo desafiante de la gente popular frente a los burgueses?
Don Víctor: Algo hay de eso, como en París o Londres, pero importa, sobre todo, distinguirse de los paletos recién llegados a Madrid. La mayoría de la población procedía de fuera, en primera o segunda generación, pero rápidamente aclimatados, pretendían afirmar su jerarquía.
Don Hugo: Yo llamo a eso “psicología diferencial”.
Don Víctor: Entonces, don Hugo, ¿cree usted que mi argumentación es lo suficientemente sólida?
Don Hugo: Don Víctor. Usté sí que es un Higgins, como el del Pigmalión, y no el señor Benito.