
Don Víctor: ¡Qué cabezas tan operísticas las de don Miguel y don Benito!
Don Hugo: Para mí, un par de ejemplos los hermanan: el de Triste, en “O´Donnell”, y el del joven noble que se disfraza de arriero en el Quijote.
Don Víctor: ¡Es verdad, don Hugo!… en ambos casos, bajo una mala facha se abriga “una voz espléndida, de timbre sonoro, dulce, varonil”.
Don Hugo: Veo que el crítico musical es, en este caso, Galdós. Y lleva razón.
Don Víctor: Eso de atribuir a las voces determinadas cualidades morales, tan de los compositores de ópera, es lo mismo que encontramos en la fingida Condesa Trifaldi y su escudero Trifaldín de la Blanca Barba, a quienes traicionan sus voces “bastas y roncas”, amén de excesivamente “sonoras”.
Don Hugo: Vamos, como el “habla algo espantosa” de aquel capitán Sandoval, primo y mano derecha de Hernán Cortés.
Don Víctor: ¡Qué temor no inspirarían a los indios de meliflua voz aquellos recios acentos extremeños!
Don Hugo: Así lo cuenta Bernal Díaz del Castillo.
Don Víctor: ¡Otro melómano!
Don Hugo: ¿Y no le parece, don Víctor, que la voz de Prim, “un poquito parda, de timbre lleno, expresiva sin estridencia, como el dulce sonido del oro” se asemeja a la del ilustre hidalgo, “ronquilla, pero bien entonada”?
Don Víctor: Muy parecidas, si bien la de Prim tienda más hacia la de Piero Cappuccilli.
Don Hugo: Sí, y quizá la del hidalgo se arrime a la de Porrina de Badajoz.
Don Víctor (cantando:) Me obligas con malas mañas…
Don Hugo y don Víctor (cantando:) Con malas mañas me obligas ( Y aluego andas publicando / Que yo te hago de pasar fatigas.