¡De toda la vida!

Don Víctor: ¡Ya hubiera querido Théophile Gautier, con este solazo que cae sobre España, probar un gazpacho como éste y no el que le dieron en Granada!

Don Hugo: Pero, don Víctor, ¡si allí lo preparan estupendamente!, ¡como que no vale nada esa vega que tienen!

Don Víctor: Ahora que somos todos ricos, don Hugo… que en su tiempo sólo lo tomaban los pobres con los más sencillos ingredientes: agua, vinagre, ajo y sal… ¡sin tomate!

Don Hugo: Tiene usted razón, don Víctor… ¡y nos creemos que nos vamos a tomar un plato tal y como existió desde siempre!…

Don Víctor: … como tantas recetas de bacalao… o de bonito…

Don Hugo: … como si en Italia hubiera habido pasta al pomodoro, ni focaccia, ni pizzas ni nada que llevara tomate hasta hace cuatro días…

Don Víctor: El tomate empezó a popularizarse con la subida de los marselleses a París en 1793 y, sin embargo, vivimos, como diría usted mismo, don Hugo, en la “creencia inconsciente” de que es ingrediente conocido por aquí desde Indíbil y Mandonio.

Don Hugo: Como lo que me dijo mi nieto Rafita, con sólo tres años, cuando le pregunté si tenía que comprarle el Cola-Cao Turbo o el original, o el Noir, o el 0%, o… y me cortó: ¡Quiero Cola-Cao, ¡el de toda la vida!”

Un comentario en “¡De toda la vida!

  1. Es lo que tiene creerse que la historia nació ayer mismo, o, como muy atrás, surgió con la Revolución Francesa, pero con ribetes de eternidad prolongada no solo hacia el futuro sino también hacia el pasado. Aquello del hipérbaton histórico que proponía Mijaíl Baitín, vaya. Me ha recordado una pregunta trampa que en tiempos se puso en algún Examen de Estado, de esos que cribaban alumnaje en el tránsito de una etapa estudiantil a otra, una pregunta que ni los alumnos aventajados lograban contestar: ¿Por qué los Reyes Católicos nunca comieron tortilla de patata? Las víctimas de semejante protervia académica caían en un desconcierto paralizante, convencidas, sin la menor duda, de que el mismísimo Yavé las había plantado y cultivado en el Paraíso antes de colocar en él a Eva y Adán. O aquel otro caso bien reciente en el que mis alumnos de Bachiller discrepaban sobre si los “inventores” de la cerveza habían sido los alemanes o los ingleses. O ese otro mantra político que convierte a los habitantes cavernarios en los inventores del comunismo… Paciencia y barajar.

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