
Don Hugo: No siga usted repasando los Astérix, don Víctor, que están aquí muy bien en su casa, aunque ya no haya niños. Le agradezco el ofrecimiento, pero, total, yo voy comprando religiosamente a mis nietos todos los libros uno por uno.
Don Víctor: A mí lo que me tiene asombrado es la impronta tan poderosa que ha dejado el bachillerato en los guiones y textos de Goscinny. Mire lo que dice este romano cuando César manumite a un caudillo bárbaro y pelirrojo, que trae encadenado en su triunfo: “Il affranchit le rubicond”.
Don Hugo: Ese juego de palabras es intraducible: dice a la vez que ha franqueado el Rubicón…
Don Víctor: Sí, el célebre Alea jacta est.
Don Hugo: … y que libera al rubicundo.
Don Víctor: ¡Tantas horas de estudio y traducción de “La guerra de las Galias” en aquellos institutos nunca dieron un fruto tan jugoso y tan fresco como este calembour!
Don Hugo: Claro, don Víctor, aquel bachillerato propone al alumno una visión panorámica dall´alto in giù del mundo y la realidad.
Don Víctor: Aquel bachillerato hizo de un niño como él, de padres polacos y criado en Argentina, un verdadero galo con su socarronería, su penetración intelectual, su joie de vivre…
Don Hugo: No en vano fue al colegio francés y luego al liceo de Buenos Aires.
Don Víctor: El puchero de Goscinny siempre es sabroso, sustancioso, alimenticio y apetitoso.
Don Hugo: Cada frase encierra en su interior un rico tuétano que luego se deshace en la boca exaltando el ánimo y fertilizando el entendimiento.
Don Víctor: Don Hugo, vamos a seguir un ratito más con los Astérix y mañana, en su casa, pasaremos revista a los Lucky Luke.
Don Hugo: Sí, y, pasado, volvemos aquí y la emprendemos con el pequeño Nicolás, que la maternelle también tiene su importancia.