
Don Hugo: Y usted cree, don Víctor, ¿que seguiremos viniendo mucho tiempo al cine?
Don Víctor: Yo, desde luego, tengo esa intención, mientras Dios nos dé salud.
Don Hugo: Lo digo por la de chascos que nos hemos llevado en los últimos años.
Don Víctor: Es cierto que predominan sobre las películas con interés, pero a pesar de todo, ¿qué otras obras de ficción tenemos a nuestro alcance, que no sean más viejas que nosotros?
Don Hugo: Cuánta razón lleva usted, don Víctor; a ver quién lee una novela reciente, va a un estreno teatral…
Don Víctor: ¡La ópera contemporánea, ni me la mente, por favor…!
Don Hugo: La verdad es que si hay alguna, sólo la encontramos en estas salas, aunque sea de vez en cuando.
Don Víctor: Incluso seguimos viendo crecer el cine y cómo a veces nos lleva por senderos no transitados…
Don Hugo: ¡Bergman!
Don Víctor: Y unos cuantos más… Fíjese si Eisenstein no estaría equivocado cuando condenó el cine sonoro por postergar la imagen.
Don Hugo: Vinieron muchas obras maestras después, pero en cambio concédame que luego vino a estropearlo todo el color, por prosaico, por naturalista…
Don Víctor: ¿Y qué me dice usted entonces de “Ran”, la de Kurosawa?
Don Hugo: Es verdad: aquellas oriflamas flamígeras sobre las espaldas de los guerreros contra el azul del cielo…
Don Víctor: Pero mire lo que le digo, don Hugo: todos esas baratijas de feria de las gafitas y el 3D, los vídeos de museo contemporáneo, incluso los vídeo-juegos, que tanto desnaturalizan el cine, testimonian, en su aparente putrefacción, una vitalidad que no tiene hoy en día la ficción en ninguna de sus manifestaciones.
Don Hugo: Tiene usted razón. El cine es un caleidoscopio, roto en mil fragmentos y todo lo que usted quiera, pero a cada movimiento nos ofrece nuevas perspectivas.
Don Víctor: Vivito y coleando.