El inca Garcilaso

Don Hugo: Ya sabe a puchero de enfermo todo lo de la leyenda negra aplicado a la conquista de América.

Don Víctor: Es que no aporta nada. Imagínese que nos empeñásemos siempre en poner en primer plano las atrocidades de los romanos: una pena, pero no queda mucho más que decir.

Don Hugo: En cambio, en ambos casos, se trata de conquistas igualmente fértiles y eso es lo que está realmente vigente y es interesante hoy en día.

Don Víctor: ¿Qué nos importa ahora si Roma pagó finalmente a los que mataron a Viriato? Digo yo que lo que nos interesa es nuestra lengua, nuestros conceptos jurídicos, nuestro arte, nuestra literatura… y eso es como es porque nos hicieron romanos.

Don Hugo: A mí lo que me apasiona es esto que estoy leyendo aquí del Inca Garcilaso, que era el hijo de una indígena, y en pleno siglo XVI ya estaba escribiendo como el otro Garcilaso.

Don Víctor: ¡Qué español tan recio, tan expresivo, ¡inigualable!

Don Hugo: Qué pronto pasaron los mexicanos de espantarse ante los centauros y los tiros de pólvora a ser no sólo redomados jinetes “en pelo montaos”, como canta Negrete…

Don Víctor: … sino que encima ¡ni galopando menguaba su puntería!, que refería ya no sé qué cronista de Indias.

Don Hugo: Y mire usted, don Víctor, ¡lo que no hicieron los romanos!: aun hubo quienes se tomaron el trabajo de dar cuerpo gramatical a lenguas ágrafas como el guaraní.

Don Víctor: Va una cosa con la otra. Igual que los españoles nunca rehuyeron la mezcla, su cultura pudo dar los mejores frutos ya desde la primera generación de mestizos.

Don Hugo: No desdeñaron a las indias ni apartaron a los hijos habidos de ellas.

Don Víctor: Y no, don Hugo, como el Jefferson ese, mucho más moderno, tan filósofo, tan ilustrado, tan filántropo, tan liberal…

Don Hugo: Lo que ahora cuenta es que de aquello nos viene la mejor herencia, tanto para ellos como para nosotros en este famoso mundo globalizado.

Don Víctor: Ni nosotros pintamos lo mismo que Polonia ni ellos son congoleños.

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