
Don Hugo: El otro día estuve en el chalé y bajé al cuarto ese que tengo lleno de trastos, donde tantas veces he trabajado y he hecho mis tonterías.
Don Víctor: De allí han salido cosas buenas.
don Hugo: Qué bueno es usted, don Víctor… El caso es que, viéndome allí solo entre tanto cachivache que he acumulado, me entró una congoja…
Don Víctor: Oiga, don Hugo, que yo le echo una mano para ordenarlo…
Don Hugo: Que no es eso, don Víctor… Si es que allí está hasta el abrecartas de mi abuelo, en el mismo sitio donde lo dejé hace treinta años. Y no le he hecho caso nunca…
Don Víctor: Claro, las cosas permanecen y nosotros, en cambio…
Don Hugo: Una cantidad de achiperres tontos y sin carácter… Y pensé: “Si yo ahora me muero, todo esto se queda aquí, impertérrito.”
Don Víctor: Es algo que le empequeñece a uno. Nuestra vida es un Liliput.
Don Hugo: Nos pasamos los años diseñando nuestro propio decorado y amueblándolo a nuestra medida…
Don Víctor: … y siempre faltan uno o dos accesorios.
Don Hugo: Luego nos morimos, allí queda el escenario…
Don Víctor: … y no hemos hecho nada.