Pobre Cavaradossi

Don Víctor: ¡Yo no quiero morirme nunca, don Hugo!

Don Hugo: ¡A mí me pasa igual, don Víctor! Como a Cavaradossi: “Io non ho amato mai tanto la vita”.

Don Víctor: ¿Cree usted que esto que nos pasa tiene solución?

Don Hugo: ¡Quia! Cómo resignarse a la decrepitud…

Don Víctor: Pues imagínese usted entonces ¡dejar la vida!

Don Hugo: Eso nunca… ¡ni por decrépito que esté uno!

Don Víctor: La vida es un valor irrenunciable.

Don Hugo: Junto a la libertad, ¿qué otra cosa tenemos?

Don Víctor: Por eso he pensado yo que debiéramos irnos a vivir a Roma… y lo antes posible.

Don Hugo: ¿A Roma? Maravilloso, sí, ¿pero qué me tiene usted preparado allí?

Don Víctor: Pues, hombre, don Hugo, ¡si todo el mundo lo sabe!… Roma es… ¡la Ciudad Eterna!… y algo se les pegará a los romanos.

Don Hugo: Me parece bien, don Víctor; esta misma tarde hablo con Dolores… pero no se me haga demasiadas ilusiones. No nos vaya a pasar como al pobre Cavaradossi… que creía que no iba a morir…

Don Víctor: … es verdad… y al final tiraron con bala.

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