
Don Víctor: Mire por dónde, don Hugo, ¡un disco de Luis Cobos! ¿Quién se acuerda de él?
Don Hugo: De él ya nadie, don Víctor, pero… de aquellos polvos vinieron estos lodos. Repare usted en cuántos “cobistas” llenan el escaparate.
Don Víctor: ¡Anda, los tres tenores, otros que tal bailan!
Don Hugo: Y aún decían que acercaban la buena música al pueblo.
Don Víctor: Claro, haciendo hamburguesas con solomillo de buey francés…
Don Hugo: … de consumo fácil, rápido y barato.
Don Víctor: Sí, un producto vulgar y que se olvida al instante.
Don Hugo: A raíz de aquello se asimilaron Mozart y Beethoven a fenómenos como el Dúo Dinámico: que si los “grandes éxitos” de Bach; que si el “hit-parade” del barroco; que si el “top ten” de la ópera italiana; que si el “número uno” del piano romántico…
Don Víctor: Sin ir más lejos, don Hugo, el otro día en el festival del cole de mis nietas, bailaron el Carmina Burana con chunda-chunda.
Don Hugo: Es una maldición púnica. No hay mejor ni peor. Todo se pone a la misma altura. ¡No queda piedra sobre piedra!