
Don Víctor: “El barco daba bandazos, batido por unas olas, que ríase usted de las del naufragio de Turner… todo el pasaje amedrentado… la tripulación nunca había visto nada igual…”
Don Hugo: Pero, ¿dónde fue eso, don Víctor?
Don Hugo: Lo que le digo, don Hugo… cuando Isidro Cuenca cruzó en barco el estrecho de Skagerrak, camino de Suecia.
Don Hugo: Vamos, en un vulgar ferry…
Don Víctor: “… hasta el capitán estaba mareado…” ¿Qué se cree usted que hacía Isidro?
Don Hugo: Ése es capaz de cualquier cosa… quizás dormiría a pierna suelta en una hamaca de cubierta…
Don Víctor: Lo que me contó es que reía a mandíbula batiente en la proa, con una copa de coñac en la mano.
Don Hugo: ¡No me esperaba menos!, ¿y qué decía la gente?, ¿qué ocurrió al final?
Don Víctor: Según Isidro, aquellos luteranos le gritaban desde lejos que se retirara a su camarote y dejara de provocar a los elementos y que hasta le hubieran tirado por la borda, como a Jonás, si se hubieran atrevido.
Don Hugo: Sí, vamos, que al final, compadecido, tendió la mano como Cristo, aplacando los elementos y demostrando así a esos herejotes las superioridad de la fe romana.