
Don Hugo: Por cierto, don Víctor, que ya estoy terminando el libro de Marías y tiene usted toda la razón: ¡ni rastro de música!
Don Víctor: ¿Cómo puede un hombre, que se ha leído toda la novela española del siglo XIX, ignorar la influencia de la música, especialmente de la ópera, en las ideas sobre el amor que alimentaban a toda la sociedad?
Don Hugo: Y eso que, expresamente, se dedica a estudiar la influencia de la literatura y el teatro en nuestra “educación sentimental”, tal y como pregona el título.
Don Víctor: Creo recordar, don Hugo, que una de las primeras cosas que me dijo usted aquella tarde en que nos conocimos en la biblioteca del Ateneo es que España era el único país del mundo en que una persona culta podía permitirse el lujo de no saber nada de música.
Don Hugo: Lo recuerdo perfectamente… Lástima que el pelmazo de Planes-Bellmunt, que me acompañaba, comenzara a despotricar entonces contra “este país” y que él ya no lo aguantaba más y que estaba pensando en aceptar la dirección de una clínica puntera de Copenhague…
Don Víctor: Sí, y ya todo fue hablar de Planes y de Bellmunt, pero aquella cuestión me ha seguido rondando muchos años, don Hugo.
Don Hugo: Yo creo que ha encontrado usted la pista con este libro. Marías no se interesa en absoluto por la música y eso le viene, no lo niegue usted, de su maestro, Ortega y Gasset. Mire que habló de todo y para todo tenía una teoría… pues bien, de música… ¡nada!
Don Víctor: ¡Cuántos personajes de Galdós, de Clarín, de la Pardo Bazán, de Valera y tantos otros se miran en los héroes de las óperas, asimilan sus zozobras y sus expansiones líricas a las propias, y además inspiran sus ideales a la medida de aquel grandioso espectáculo!
Don Hugo: Lo mismo en la España de la Regenta que en la Francia de Madame Bovary.
Don Víctor: Yo creo que la causa está en el 98, en el desprecio de aquella generación por la música que tanto apasionaba a la caduca sociedad de la Restauración. Es como si aquellos regeneracionistas hubieran querido cortar por lo sano y se hubieran propasado en la poda.
Don Hugo: Claro, para ellos la música formaba parte de la evasión y la inconsciencia de aquel país irresponsable, autocomplaciente y mal dirigido.
Don Víctor: Salvo para Baroja, todos aquellos intelectuales dieron en considerar la música como una frivolidad sin interés. Y eso, don Hugo, no ha pasado en ninguna otra parte.
Don Hugo: Bueno, vayamos a echarle un ojo al cartellone, ahora que ya vuelve a haber ópera en el Real.