Virtus versus Nobilitas

Don Víctor: De manera que usted, don Hugo, sigue estando de acuerdo con Ortega en aquello de que la Historia de España no puede comprenderse sin la historia del toreo.

Don Hugo: ¡Más que nunca, don Víctor!… y eso me tiene especialmente preocupado: la contestación nacionalista y animalista hacia la tauromaquia es la metáfora de la negación de España.

Don Víctor: Es la marca de los tiempos una vez más: por muy castizos que nos queramos, España participa de los grandes movimientos de la civilización desde que llegaran los antiguos prospectores de metales, venidos del Próximo Oriente.

Don Hugo: ¡Qué cierto es eso, don Víctor! Aparte del espantajo del Estado Francés del mariscal Pétain…

Don Víctor: ¡Lástima que Louis de Funès no llegara a encarnarlo para rematar el éxito de “La gran juerga”!

Don Hugo: … ¿dónde se ha visto que la propia república francesa se haya cuestionado del modo en que hoy se hace?

Don Víctor: Italia fue la primera que atentó contra el mito de su Risorgimento, y luego la propia Inglaterra parece desestabilizada, como si de repente le fallaran los cimientos.

Don Hugo: Me temo que no pare ahí la cosa. Ya estoy viendo a los frisones afirmando su personalidad diferencial incompatible con el federalismo alemán…

Don Víctor: La reglamentación de nuestro toreo respondió, desde arriba, a un mar de fondo social simultáneo a lo que se cocía en las logias inglesas y en ciertos salones parisinos.

Don Hugo: Pero es que es aquí precisamente donde reside nuestro casticismo, porque masones y filósofos formaban parte de las capas altas de la sociedad y, en cambio, nuestros primeros toreros profesionales son gente de baja extracción.

Don Víctor: En ellos se dio antes que en ninguna otra parte el triunfo de la virtus individual frente a la tradicional nobilitas atribuida al estamento privilegiado.

Don Hugo: Si es que no lo olvide, don Víctor: el majismo de nuestro príncipe ilustrado dio cauce artístico a aquella revolución desde abajo, tal y como apuntara Ortega, por la que quienes antes quedaban relegados a la condición de meros peones del toreo a caballo, pasan a hora a ser los únicos héroes que se enfrentan, sin ventaja alguna, al toro en su mismo terreno.

Don Víctor: ¿Y no ha quedado entonces el picador, sobre su torpe caballo cegado, convertido en la metáfora degradante de la inutilidad de la nobleza, y no reside en ello precisamente el acierto de Bizet frente a Mérimée, convirtiendo al varilarguero en matador de a pie?

Don Hugo: En resumen: ¡Voltaire antes de Voltaire!

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