
Don Víctor: Leí ayer en la prensa unas declaraciones del actor Alberto Sanjuán, en las que afirmaba que iba a hacer propósito de enmienda con respecto a su manera de mirar a las mujeres.
Don Hugo: ¡Vamos, lo que nos enseñaban de pequeños como “conciencia escrupulosa”!
Don Víctor: Sí, hasta aquel catecismo tan levítico era más moderado que el actual en permanente perfeccionamiento.
Don Hugo: ¡Si cada día nos acogotan más con otras tres o cuatro enmiendas nuevas!
Don Víctor: A ver quién es el falócrata que se atreve ahora a girar la cabeza en la calle cuando se cruza con una bella mujer…
Don Hugo: Y, sin embargo, paralelamente, la pornografía se desborda y nuestras cantantes exhiben ademanes de prostitutas.
Don Víctor: Cuanto más puritanismo, más hipocresía.
Don Hugo: Desengáñese, don Víctor. Siguiendo la argumentación de Freud, todo esto no sería más que la exacerbación de los fundamentos de la civilización. A mayor avance, mayor represión. La desexualización que se pretende es un instrumento más de la alienación que nos fuerza a inclinar la cerviz ante el más implacable de los totalitarismos. Los profetas y sacamuelas de este nuevo estado de cosas son los más grandes y tiránicos poderes del Superyo que se hayan dado nunca. ¡Quieren un mundo de seres sin cuerpo!
Don Víctor: ¿Por qué, don Hugo, no nos damos una vueltecita por la Edad Media, como tanto nos gusta, a ver si nos oxigenamos un poco?… ¿Qué me contaba usted esta mañana de aquel buen rey que en el “Palmerín de Inglaterra” ponía, arrobado, sus ojos en una bella…?
Don Hugo: “El buen rey, hartando en ella los ojos…”