
Don Hugo: Ganar terreno al mar donde cultivar tulipanes; plantar vergeles donde hubo tierra yerma; trazar rutas comerciales más allá de las ondas amenazantes y trazar y abrir puertos que sean refugio en riberas ignotas; desecar marismas insalubres donde prosperen opimas plantaciones; erigir fabriles manufacturas donde transformar la materia prima; arrancar de las entrañas de la tierra las riquezas que atesoró Plutón…
Don Víctor: ¡Qué bonito, don Hugo! Los ilustrados no podían imaginar que surgieran inconvenientes ante semejante programa de progreso. Y sin embargo…
Don Hugo: Los románticos, en su “abismal lucidez”, como dice Bozal, pusieron en entredicho el mito de la técnica, porque había mucho más.
Don Víctor: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, don Hugo, de las que han sido soñadas en su filosofía”.
Don Hugo: ¡Cuánto amaron la Naturaleza y la hicieron compañera de sus ímpetus y tragedias! ¡Cómo buscaron en ella lo sublime que querían reducir los científicos! ¡Con cuánta amargura constataron siempre su indiferencia por nuestras miserias y nuestras quimeras!
Don Víctor: ¿Y aquel optimismo que nos devolvieron los microbiólogos del positivismo, no parece que quedó en un nuevo espejismo?… Ahora resulta que nos cargamos el planeta…
Don Hugo: Hemos errado el tiro, don Víctor. La dialéctica estaba mal planteada. ¿Hombre versus Naturaleza?… No lo creo; más bien el problema somos nosotros.
Don Víctor: Don Hugo, que ya le veo a usted venir con su inconsciente…