
Don Hugo: Si es que hasta tiene las nalgas amoratadas y todavía sigue atizándole la Virgen.
Don Víctor: Lo que más me llama la atención es la expresión circunspecta de los tres surrealistas que espían por el ventanuco. ¿Está entre ellos el propio Max Ernst?
Don Hugo: Sí, junto al Papa Breton y Éluard.
Don Víctor: Muchos trabajos se tomaron en blasfemar, pero fíjese cómo expresan de bien y de crudamente la auténtica naturaleza humana de Cristo.
Don Hugo: Por eso no tiene nada que ver con las mamarrachadas anticlericales de Buñuel en “L´âge d´or”.
Don Víctor: Además, Ernst demuestra aquí ser un buen pintor manierista.
Don Hugo: Se ve que ya había dejado eso del grattage para los gatos… En todo caso, se trata de la consabida afirmación contenida en toda blasfemia.
Don Víctor: ¡Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna!
Don Hugo: Pero, don Víctor, ¿qué tiene eso de blasfemia?
Don Víctor: ¿Qué son los cadáveres exquisitos de los surrealistas sino los cuerpos gloriosos de los resucitados?
Don Hugo: Claro, ya lo he entendido, don Víctor… y el vino nuevo es aquél que ya anunciara Cristo en las bodas de Caná…
Don Víctor: … la sangre de Cristo que nos da la vida eterna, don Hugo.
Don Hugo: “Los cadáveres exquisitos beberán el vino nuevo”… Vea cómo el cristianismo acaba por revertir la blasfemia y manifestarse incluso por boca de los que han sido tentados.