
Don Hugo: Era leer en el metro “asiento reservado a los caballeros mutilados” y me imaginaba, acomodándose muy ceremoniosamente, al capitán Chinchilla.
Don Víctor: ¡Ah, el de “Gil Blas”! Yo también lo admiré desde adolescente cuando leí aquel libro: ingenioso, grave, de intachable moralidad y muy delicado en punto de honra…
Don Hugo: … amén de modesto…
Don Víctor: Él, que había dejado un ojo en Nápoles…
Don Hugo: … un brazo en Lombardía…
Don Víctor: … y una pierna en Flandes…
Don Hugo: … y mil chirlos que le condecoraban el rostro.
Don Víctor: Y a pesar de todo vivía en la indigencia sin recompensa alguna ni reproche a su rey.
Don Hugo: Más de un capitán mutilado habría conocido Lesage, pero no deja de sorprender esta premonición de nuestro Blas de Lezo…
Don Víctor: … de nuestro Millán Astray.
Don Hugo: Sí y no, don Víctor, pues ¿se imagina usted al capitán Chinchilla o a Blas de Lezo, dando el brazo, como padrino de bodas, a la Celia Gámez?
Don Víctor: Pues mire, don Hugo, me parece a mí… ¡que también lo harían!