Premonición del cubismo

Don Hugo: Pues que yo sepa, no hay prevista, de momento, ninguna exposición donde traigan cézannes. ¿No le basta el “Hombre sentado” de la Thyssen?

Don Víctor: No, porque no se aprecia suficientemente el desplazamiento del punto de vista. La cosa es que su profesor de arte les ha dicho, para hacerles entender el cubismo analítico, que es lo mismo que la imagen que nos devuelve un espejo roto.

Don Hugo: Sí, reconozco que como aproximación pedagógica no está mal, pero porque no da cuenta del carácter fragmentado de la representación cubista, como conozco bien a su nieta Lucía, sé que esta explicación le resulta insuficiente y no va a parar de darle a usted la lata.

Don Víctor: Claro, me gustaría que llegara a seguir el proceso de creación de esos bodegones o de esas barcas, donde se puede apreciar a la vez el objeto de frente y un poco desde arriba…

Don Hugo: Sí, la oscilación vertical.

Don Víctor: … o un poco desde un lado.

Don Hugo: Sí, la oscilación horizontal…. Pero, claro, quiere usted, don Víctor, enseñarle directamente cuadros originales…

Don Víctor: Sí, aunque acabaré por tener que recurrir a un libro de láminas.

Don Hugo: Nada de reproducciones, don Víctor. Vámonos al pensamiento original de otro autor, que a ése sí que puede reproducirlo la imprenta.

Don Víctor: Cómo, don Hugo… ¿de un literato?

Don Hugo: ¡De Shakespeare!

Don Víctor: ¡Arrea!

Don Hugo: Escuche, que lo tengo muy fresco, y perdone que la traducción sea mía: “Cada sustancia de una aflicción tiene veinte sombras, / Que se muestran como la misma cuita, pero que no lo son. / Y es que el ojo afligido, abrumado por cegadoras lágrimas, / Divide una cosa entera en muchos objetos, / como perspectivas que, al ser contempladas, / No muestran más que confusión”.

Don Víctor: ¡Qué visionario este Shakespeare!… Si es que lo ha clavado… ¿Y de qué obra es?

Don Hugo: De “Ricardo II”. Habla el consejero Bushy.

Don Víctor: Luego llamo a mi nieta para que venga a casa por el libro y se lo lea.

Don Hugo: Y le dice usted que aquello del espejo roto y el cubismo analítico es como lo del origen de la música.

Don Víctor: ¿De la música?

Don Hugo: Sí, hombre, eso de que están esperando el tranvía el niño Pachín y su padre y el primero le pregunta al segundo con ansiedad: “¿Parará, papá, parará?”, y el segundo, tranquilizándole, le contesta: “Parará, Pachín, parará”.

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