
Don Hugo: Pero, don Víctor, ¿qué hace usted mirando allá abajo?, ¿no ve que la estatua está aquí arriba, encima del pedestal?… ¡ni que hubiera encontrado una inscripción del Bajo Imperio!…
Don Víctor: No se extrañe, don Hugo. Cuando veo obras de arte contemporáneo, siempre miro en primer lugar el título…
Don Hugo: ¡Sí, para saber qué es!
Don Víctor: ¡Eso!, a falta de un libro de instrucciones, por lo menos una pista.
Don Hugo: Qué razón tiene usted. ¡Felices tiempos aquellos en que las obras de arte no tenían título, ni falta que les hacía! La gente las veía y se explicaban por sí mismas. Uno podía ser analfabeto y entender toda una historia, edificar su espíritu, reflexionar sobre la cuestión propuesta e incluso abandonarse al éxtasis contemplativo…
Don Víctor: En cambio ahora, cuántas veces se enfrenta uno al misterio de un objeto mostrenco, incomprensible y hasta repelente y no sabe qué hacer ni qué pensar.
Don Hugo: Por ello, lo que antes era lo menos importante, o ni siquiera existía, es hoy lo principal.
Don Víctor: «Après moi, le déluge»!