Yves Klein, escritor

Don Víctor: “Aprovechando la necesidad del hombre por proyectar su marca fuera de sí, la línea logra introducirse en el reino hasta entonces inviolado del color”.

Don Hugo: El dilema es si hacemos arte o no hacemos arte.

Don Víctor: Sí, sí, indefectiblemente vamos a dejar nuestra marca, vamos a introducir algo que no estaba en la realidad del mundo sensible.

Don Hugo: Pero si optamos por lo contrario, ¿para qué necesitamos al señor Yves Klein?

Don Víctor: Leo otro poco más:» La línea vence arteramente y subyuga al hombre imprimiéndole un ritmo abstracto e intelectual, inmaterial y espiritual”.

Don Hugo: Claro, el ser humano, con su racionalidad, quiere poner orden en el caos natural, comprender lo que tiene delante.

Don Víctor: La línea limita, individualiza, ordena y hace reconocibles las formas.

Don Hugo: El dilema es “veo y entiendo” o “no comprendo nada y voy ciego», como sostiene Monet.

Don Víctor: Así lo comprendió Cézanne: que por el camino de los impresionistas el arte corría el peligro de llegar a la ceguera… de las cataratas a la oscuridad total… pero déjeme seguir: “La escritura representa el color avasallado por la línea de una falsa realidad: la realidad física figurativa”.

Don Hugo: Olvida don Yves la abstracción geométrica.

Don Víctor: Para él no deja de ser una dictadura… o, cuando menos, una dictablanda… Luego, de manera abstrusa, viene a decir que, por efecto de la línea, el hombre acaba perdiendo su visión interior y cómo ésta es sustituida por un vacío, atroz para unos, pero que para otros representa un acicate creativo con que llenar ese abismo. Ahora bien, no por ello, la nueva creación deja de ser expresión del alma desgarrada por…

Don Hugo: No me lo diga, don Víctor… ¡por la línea!

Don Víctor: Desde el momento en que creamos, estamos condenados a ahorcarnos con la dichosa línea… Déjeme acabar: “En el fondo el verdadero pintor del porvenir será un poeta mudo que no escribirá nada, pero que contará sin articular, en silencio, un cuadro inmenso y sin límites”.

Don Hugo: ¡El cuadro blanco sobre fondo blanco de Malévich! Entonces, en definitiva, negamos el Arte.

Don Víctor: Este discurso no sería más que la bella constatación -escrita, que no pintada- de la imposibilidad de la creación artística como plasmación de la Idea.

Don Hugo: Y ahora, don Víctor, dígame por qué hemos venido a leer todo esto encaramados en esta peligrosa azotea.

Don Víctor: Ha merecido la pena, don Hugo. Se trataba de comprobar de la manera más práctica e intensa posible el sentido de la obra de Yves Klein contra este mismo cielo madrileño que inspirara sus obras maestras.                                                                      

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