
Don Hugo: Lástima que usted aquel día estuviera enfermo… Cantó como nunca y recuerdo que tras la ovación final, dijo: «Si el aplauso eh el alimento del artihta, ¡vaya un shuletón que acabo de comerme!»
Don Víctor: ¡Qué bien le imita usted, don Hugo!… pero, ¿ha probado a cantar como él una debla?
Don Hugo: Aquel comentario de Salmerón me resultó de lo más significativo. Establece Freud que la ausencia de cariño se puede ver conjurada por la ingesta compulsiva de alimentos. Lo alimenticio suple así a lo afectivo.
Don Víctor: ¿Ve usted tan desvalidos a los obesos, don Hugo?
Don Hugo: Calle, don Víctor, que no se trata de ninguna broma… Le decía esto porque, sin ir más lejos, un comentario de mi hija Irene al respecto, me dio mucho que pensar. Volvía de una representación de «La Traviata» y me dijo que todo actor busca en su profesión el cariño, expresado mediante el aplauso.
Don Víctor: Entonces, cree usted que en todo artista habría un déficit afectivo que intenta colmar con su arte?
Don Hugo: Efectivamente, así es. Y qué desgraciados se sienten cuando no les aplauden…
Don Víctor: … cuando no los quieren…
Don Hugo: Y qué desheredados todos los demás porque a nosotros… ¿quién nos aplaude?