Lo que no pudo ser

Don Hugo: ¡Cuánto me he acordado de aquella aventura frustrada de Cannes, que estuvo a punto de costarnos sendos disgustos con las señoras!

Don Víctor: Claro, se nos ha muerto Belmondo y ahora pienso más que nunca que teníamos toda la razón en nuestra empresa…

Don Hugo: Estalló el mayo del 68 y ¡adiós, festival!… Cualquiera le echaba un galgo a Godard, que estaba allí entre los que interrumpieron a gritos las proyecciones.

Don Víctor: La verdad es que Jean-Paul Belmondo, y acaso Godard, se quedaron sin rodar la que podría haber sido su mejor película.

Don Hugo: Me he puesto a releer las obras de Blaise Cendrars y estoy ahora incluso más convencido que en aquella primavera de que merecía una buena película que narrara sus aventureros años mozos.

Don Víctor: ¿Quién, sino Belmondo, para encarnarlo, con su sempiterno cigarrillo entre los labios?

Don Hugo: ¡Su permanente sonrisa de pícaro!

Don Víctor: ¡Tan mujeriegos ambos y tan bebedores!

Don Hugo: Cómodos, con absoluto desparpajo, tanto en los bajos fondos como en los ambientes elegantes.

Don Víctor: Dados al viaje, a la aventura y al peligro.

Don Hugo: Futuristas ambos, embriagados por la velocidad. Escuche usted, don Víctor: “J´étais sportif, jeune, insouciant, téméraire, j´avais mon franc-parler et j´avais l´air de me ficher de tout comme de l´an quarante”.

Don Víctor: Sí, don Hugo…¡cuánto le cuadra todo a Belmondo!

Don Hugo: ¡Lástima no haber podido repetir el intento otro año, pero con el mosqueo que se habían pillado las señoras…!

Don Víctor: Y eso que todavía era pronto para la peregrinación a Perpiñán con lo de “El último tango en París”.

Don Hugo: Sí, qué pena… ¡si hasta tenían la misma nariz aplastada!

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