
Don Víctor: A estas alturas de la vida, don Víctor, uno asiste a unos hechos tan sorprendentes con la sensación de que ya se los contaron de niño.
Don Hugo: Claro, don Víctor, la infancia aprende la lección de la vida a través del mito y la fábula. Posteriormente la edad adulta no hace más que confirmárselo.
Don Víctor: Aquél que lo fue todo, que llegó más lejos que sus iguales, que se multiplicó más proteicamente que Proteo, que fue niño en el bautizo, novio en la boda y hasta muerto en el entierro…
Don Hugo: Al final la fábula se cumple: el viejo rey languidece y es entonces sometido a todas las humillaciones. Sus rugidos no espantan ya a nadie.
Don Víctor: Y todos los trapos sucios que antaño se le disimulaban y se daban por buenos, ahora se le restriegan para escarnecerlo.
Don Hugo: Y así se le insolenta el jabalí; se le desvergüenza el toro; le patea el caballo; le muerde el lobo y ya, ¡la puntilla!, hasta el asno lo cocea.
Don Víctor: Mire que hemos criticado a Plácido…
Don Hugo: ¡Y mucho!
Don Víctor: … cuando se encontraba en la cresta de esa ola gigantesca que él mismo creó, pero me solivianta esta mezquindad que hace leña del árbol caído.