
Don Víctor: Nos costó, pero conseguimos concluir que en el género de la elegía, podemos plantar cara a las mejores escuelas literarias; pero ahora toca lo más difícil: ¿a cuál de nuestros campeones enviamos al desafío?
Don Hugo: Alguien con garantías capaz de tenérselas tiesas a Shakespeare, Villon, Petrarca, Heine…
Don Víctor: ¡Ya lo tengo, don Hugo!… Vayamos cronológicamente.
Don Hugo: Sí, pero para atrás.
Don Víctor: Entonces, propongo a Miguel Hernández con su «Se me ha muerto como del rayo…»
Don Hugo: ¡Qué fuerte comienza usted, don Víctor!… Esta endecha representa la materialización poética del dolor físico asociado a la muerte de un ser querido. No cabe duda de que Miguel Hernández, en buen poeta, captó inconscientemente la somatización que todo duelo entraña.
Don Víctor: Sí, sí, y lo expresó como ningún otro.
Don Hugo: Ahora bien, Sijé era un amigo. ¿Quién lo conocería ahora si no hubiera sido por nuestro poeta?… Probemos con la muerte de un héroe…
Don Víctor: ¡Pues es verdad, don Hugo!…¡»Lamento por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías»!
Don Hugo: Lorca creó para este diestro el poema que Gallito tanto mereció y nunca tuvo.
Don Víctor: La grandeza de Lorca estriba en la dimensión trágica del héroe derribado. Es un nuevo Aquiles… Bien, ¿qué le parece si retrocedemos un poco más?… Bécquer.
Don Hugo: ¿Gustavo Adolfo?… ¿Qué elegía llegó a componer? Si lo suyo era llorar más sobre amores nonatos que sobre muertes físicas…
Don Víctor: ¿No es «Qué solos se quedan los muertos» una elegía que a todos nos alcanza, amigos o héroes?
Don Hugo: Me ha convencido usted. Lo grandioso de estos versos es que Bécquer, generalizando, da voz a la conciencia lacerante de la finitud de la especie.
Don Víctor: No nos queda otro remedio que remontarnos decididamente más atrás.
Don Hugo: ¡Por Dios, don Víctor, no irá usted a navegar por el aguachirle neoclásico de los Moratines y los Samaniegos?
Don Víctor: ¡Dios nos libre de elegías empolvadas! Me refería a algo así como volver a la infancia, cuando la primera muerte de un familiar parece romper el mundo…
Don Hugo: … haciendo añicos su securizante mundo narcisista… ¡Ya caigo, don Víctor! ¡Jorge Manrique! Sus coplas se valen con ingenuidad de todos los tópicos tardo-medievales, ¡pero de qué manera!, con una sinceridad tal que conmociona al lector.
Don Víctor: Uno cree escuchar los sones del laúd guiando la cadencia de apuellas quejas. Uno entiende entonces perfectamente que la poesía fuera siempre cantada.
Don Hugo: Estoy viendo que no lograremos ponernos de acuerdo en esto: ¿A cuál renunciar y aún menos cómo eliminar a tres de ellos?
Don Víctor: No se preocupe usted, que esto no es justa. Es torneo. Combatirán los cuatro caballeros.