
Don Víctor: Dígame, don Hugo, ¿cree usted que lo de las brujas de Macbeth tiene arreglo?
Don Hugo: ¡Qué buenas preguntas tiene usted, don Víctor!… Ocurre como con el aquelarre de Fausto… si éste resulta cuando menos ridículo -¡imagínese, por ejemplo, una función del Metropolitan!-, aquéllas jamás convencen por quedarse en una mera mamarrachada, como cuando queremos hacerles miedo a los nietecitos…
Don Víctor: Pero, alguna solución habrá que darle… ¡No vamos a renunciar a Shakespeare!
Don Hugo: Le propongo a doña Pina Bausch, don Merce Cunningham, o a sus seguidores.
Don Víctor: ¿Un espectáculo de danza contemporánea?
Don Hugo: Sí, aplicada al drama, con toda la contundencia posible, que nos aterrorice, que nos deje sin aliento, que nos exploten los oídos…
Don Víctor: Es verdad, que irrumpan las bacantes con su danza de tierra y fuego…
Don Hugo: … con sus movimientos enérgicos, sincopados, violentos…
Don Víctor: … con su dolor y su materialismo…
Don Hugo: con todo el peso del sufrimiento…
Don Víctor: … el rechinar de dientes de los condenados…
Don Hugo: Vamos, don Víctor, que si repartimos Buscapina entre el cuerpo de baile, ¡se acabó la danza contemporánea!