
Don Hugo: Entonces, don Víctor, ¿es así cómo usted me ve?… ¿es eso lo que me piensa de mí?
Don Víctor: Es una síntesis apresurada… puesto que usted me ha preguntado…
Don Hugo: No, no, si no me ofendo, pero constato que Pirandello tiene razón.
Don Víctor: Pero… ¿es que Pirandello dijo de usted lo mismo que yo?
Don Hugo: Seguro que diría algo bien distinto… Le recomiendo que lea usted “Uno, nessuno e centomila”. Verá cómo cada uno tenemos una idea de nosotros mismos…
Don Víctor: ¡Un autorretrato!
Don Hugo: Ecco!… pero ese autorretrato no es el mismo que el retrato que haría de usted Julita, por ejemplo…
Don Víctor: ¡Ah!
Don Hugo: … y lo más relevante es que cada una de las personas que le tratan tiene también de usted un concepto distinto.
Don Víctor: Por lo que veo, el autorretrato bien lo pudiera firmar Rembrandt, nebuloso, taciturno y problemático… el retrato amigo sería un Van Dyck… y en cuanto al ensamblaje de los centomila, mucho me temo que resulte un lienzo cubista.
Don Hugo: ¡Lo ha clavado usted, don Víctor!
Don Víctor: ¿Pero entonces qué es uno?
Don Hugo: Es que a la postre todos somos nesssuno, como el personaje de la novela, o sea un lienzo suprematista.
Don Víctor: Por eso es tan sorprendente y al mismo tiempo sugestivo descubrir que Hamlet, tan cogitabundo y caviloso, haya estado practicando la esgrima sin que nadie se hubiera enterado hasta que se plantea el desafío con Laertes.
Don Hugo: Es que, a pesar de las apariencias, todos somos multívocos.
Don Víctor: A todo esto, ¿qué pasó con el personaje de Pirandello?
Don Hugo: Pues que al final su indefinición lo volvió loco.