Peste

Don Hugo: Lo que sí está claro es que cada vez tenemos más orejas de soplete por las dichosas gomas de las mascarillas.

Don Víctor: Quite, quite, don Hugo, que con esto de vivir tanto, nos está dando para padecer en carne propia todos los males por los que ha pasado la Humanidad. ¿Qué hacemos usted y yo aquí discurriendo como siempre sino remedar los placenteros diálogos y relatos de aquellos jóvenes para olvidar las peste de Florencia?

Don Hugo: Sí, sí, don Víctor, pero de hecho nos han enchiquerado a todos y lo peor es que no sabemos cuándo se celebrará finalmente la corrida y podamos desfogarnos.

Don Víctor: Pues sí, pasamos del «Decamerón» al «Ángel exterminador»: hay que pudrirse dentro de casa.

Don Hugo: Y en caso de que uno haya dado positivo, a encerrarse dos semanas en el wáter como Fernando Fernán Gómez en «El anacoreta».

Don Víctor: Y todo eso a vueltas con aquello de que si fueron los chinos en un laboratorio militar o el taimado pangolín o si ha sido el cambio climático que lo ha trastocado todo…

Don Hugo: Para mí, que han sido los untori de «I promessi sposi» que de noche embadurnan muros, puertas y pomos ….

Don Víctor: De eso no cabe duda: seguro que han emponzoñado ese gel hidroalcohólico que está en todas partes.

Don Hugo: Poco se habla de las ratas. ¡Qué olvidado tenemos a Camus!… ¿No se le ocurrirá a nadie bajar a las alcantarillas a echar un vistazo?

Don Víctor: Acaso por detrás esté una monstruosa manipulación de los plutócratas para que, cuando se disipe la pestilencia, quienes encuentren trabajo den gracias a Dios por ser explotados.

Don Hugo: Sí, esas moscas chupa-sangre de Sartre….

Don Víctor: Por todo eso parece que habremos de pasar…

Don Hugo: Y lo más triste es que ni siquiera puedo estrecharle la mano, don Víctor.

Don Víctor: Quite, quite, atrás, atrás…. ¡Noli me tangere! Si hasta el Papa Francisco se va a cambiar el nombre para no incurrir en apología del terrorismo.

Don Hugo: ¡Atiza, don Víctor!, ¿cómo es eso?

Don Víctor: ¿No se permitió San Francisco la alegría de abrazar al leproso?… Y por ello la Iglesia Católica todavía no ha pedido perdón.

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