
Don Víctor: Es como en América. En México y en el Perú había ciudades y por tanto civilizaciones dignas de ese nombre. Por eso arraigó la cultura occidental, que no fue sino una nueva romanización.
Don Hugo: Claro, pero ni en España ni en Italia había antes que los romanos imperios como el azteca o el inca.
Don Víctor: Claro, pero sí ciudades ibéricas y etruscas gracias al contacto con los colonizadores griegos y fenicios.
Don Hugo: Pero entonces, ¿adónde me quiere llevar usted, don Víctor?
Don Víctor: A las coordenadas cronólogicas y territoriales. Fíjese en que en el mapa aparece el imperio de Roma a principios y a finales del siglo II antes de Cristo.
Don Hugo: Ya veo que cuando la dominación de Italia está aún incompleta, la zona ibérica levantina y meridional es ya romana, pero que además ya se ha puesto un pie en las inmediaciones de Grecia.
Don Víctor: Repare en que las Baleares quedan fuera, mientras que sí estaban ya en las otras grandes islas occidentales.
Don Hugo: Al final del siglo, ha caído ya toda Grecia y casi toda España.
Don Víctor: No se olvide de Túnez, que en adelante y hasta el día de hoy presenta su excepcionalidad en el Magreb.
Don Hugo: Y entretanto todo el resto de Europa se mantenía in albis.
Don Víctor: Piense usted, don Hugo, en aquel siglo II en que se cimenta lo que va a ser el dominio territorial del Mediterráneo y los caracteres de la civilización romana.
Don Hugo: Es verdad, don Víctor, salvo relatos imprecisos, no queda nada romano de los siglos anteriores.
Don Víctor: Grecia era mucha Grecia para ser romanizada y dio más lecciones que las que recibió, pero el resto fue modelado a conciencia a la romana. Nuestros antepasados ya participaron intensamente de aquel tiempo inaugural a la vez que los propios italianos…
Don Hugo: … lo cual explica nuestras afinidades y nuestra mutua simpatía inmemorial…
Don Víctor: Déjeme usted concluir: italianos y españoles ¡somos los más romanos de los romanos!