
Don Víctor: Claro, don Hugo, es que no todo va a ser Perrault, los Grimm y Andersen…
Don Hugo: Sí, sí, don Víctor, pero llevamos dos horas y media y hemos quedado en el teatro con las señoras y no vamos a llegar a tiempo.
Don Víctor: Es que no me gusta ninguno. El que no es anodino…
Don Hugo: … es aburrido. El que no es intrascendente…
Don Víctor: … entonces es estúpido. Si éste no tiene pies ni cabeza…
Don Hugo: … el otro carece de conflicto.
Don Víctor: Aquí tengo uno de un realismo tan plano…
Don Hugo: … pues yo otro políticamente correcto…
Don Víctor: … o sea cursi a más no poder.
Don Hugo: Es lo que tiene querer preservar a nuestros niños de todo trauma, todo peligro, toda ansiedad y dar cabida exclusiva a todos los prejuicios actuales: que no haya sexismo, ni racismo, ni clasismo, ni violencia, ni crueldad…
Don Víctor: ¡Cuántos sinsorgos en definitiva!
Don Hugo: Ignoran todos esos nuevos censores que la crueldad del lobo es la crueldad del propio niño que ha de hallar salida y ser conjurada; que príncipe y princesa son el animus y el anima junguianos necesitados de rescatarse para equilibrarse; que el rey y la reina son las figuras paternas en la formación de la personalidad…
Don Víctor: Al menos las ilustraciones son muy variadas y a cuál mejor…
Don Hugo: Eso es cierto, pero me viene a la memoria lo que dijo en casa el otro día el ilustrador Antonio Delgado, que es muy amigo de mis hijos: que los de su profesión hacen el oficio de maquilladores de muertos.